Resulta paradójico que cuando le preguntan a nuestra Presidenta cómo va la economía responda que muy bien, pero en el reporte de inflación que publica cada trimestre el Banco de México se ve que disminuyó la expectativa de crecimiento del 0.6% del trimestre anterior a 0.1%. Esta cifra y cero es prácticamente lo mismo; 2025, de cristalizar el pronóstico, será otro año perdido.
En el sexenio de López Obrador el crecimiento promedio anual fue cercano a 1%, seis años del crecimiento más bajo en los últimos 30. Las razones se explican por varias circunstancias, entre ellas la pandemia, pero quizá lo más grave fue la actitud de confrontación que frente a la iniciativa privada, amén de una total ausencia de políticas públicas para alentar la inversión privada tanto nacional como extranjera.
También resaltan sus grandes errores, como cancelar el aeropuerto de Texcoco, el cierre de la inversión de una gran planta de cerveza en Mexicali y una actitud hostil ante inversionistas extranjeros que habían invertido en la generación de energías limpias. Estas actitudes trajeron estancamiento de nuevas inversiones.
El actual gobierno ha tratado de mejorar el diálogo, pero solo en el discurso. Por ejemplo, se quiere motivar la inversión en energías limpias, lo cual López Obrador nunca impulsó, pero se confirmó la ley en materia energética, que inhibe la inversión extranjera.
¿Qué prevalece, el discurso presidencial o la ley? La contradicción no ayuda a que las inversiones fluyan. A diferencia de López Obrador, la Presidenta impulsa el Plan México, una iniciativa de mucho mérito, pero que no está aterrizada, no dice cómo alcanzar los objetivos ni tiene los recursos para llevarla adelante.
Los proyectos de inversión pública deben estar en el presupuesto pues, de no ser así será difícil que se lleven a buen término. Para que el sector privado cumpla con sus compromisos, el gobierno debe fortalecer el estado de derecho, y en ese tema no solo no se avanza, sino que la actual administración impulsa la reforma al Poder Judicial impuesta por AMLO. No estimula las inversiones y no es garantía para que prosperen.
El potencial que México tiene es importante: una población joven, recursos naturales y una geografía envidiable, pero también hay carencias. No se han resuelto temas importantes por falta de disciplina, corrupción e impunidad, por privilegiar lo político y desestimar lo práctico, por abrazar ideologías equivocadas.
El país ha fallado en lo esencial, los niveles educativos en lugar de mejorar han caído en los pasados seis años. El gobierno es víctima de lo que creó para obtener votos: sindicatos sin escrúpulos y carencias en salud pública: se destruyó una buena parte de un sistema que no funcionaba a la perfección, pero iba mejorando; el daño fue mayúsculo, ya que políticas equivocadas provocaron cientos de miles de muertos en la pandemia, hay desabasto de medicinas y una infraestructura hospitalaria deteriorada. En inseguridad hemos mejorado, pero aún falta mucho; a los narcopolíticos aún no los han tocado.
Para mejorar las perspectivas de la economía hay que corregir todo lo anterior.