La crisis del covid-19 se ha convertido una crisis gubernamental para varios países del mundo. La gente ha demandado legítimamente a sus gobernantes respuestas prontas, seriedad y acciones que se encuentren a la altura de la situación. Prácticamente ningún país lo ha logrado: entre hospitales y médicos rebasados hasta economías colocadas en la incertidumbre, pasando por miles de empleos perdidos. México no ha sido la excepción.
Desde que se tuvo noticia del primer contagio por covid-19, la ciudadanía mexicana, tanto quienes no comparten visión con el proyecto de la 4T como algunos de quienes lo hacen, no han claudicado en la exigencia de que el gobierno transparente la información y sus decisiones en torno a la crisis. Sin embargo, el presidente López Obrador ha ido administrando la radicalidad de sus actos y mensajes con la creencia de que, en medio de una crisis como la que estamos viviendo, él podía continuar dirigiéndose a las bases sociales que le dieron el triunfo en 2018. Esto no ha sido así y, aunque tarde, el Presidente ha tenido que rectificar.
Mientras a finales de marzo el Presidente saludaba a la madre del narcotraficante Joaquín Guzmán Loera, el miércoles 1 de abril visitó un hospital del IMSS para verificar las medidas preventivas para enfrentar el coronavirus y el sábado 11 de abril lanzó un video en redes sociales en el que informó a la población que había decidido quedarse en casa; esto después de que el costo político de su actuar —por decir lo menos, irresponsable— de estar de un lado a otro frente a la recomendación del quédate en casa.
Dado que no le funcionaron las acciones para tratar de reivindicarse, utiliza el recurso de la adelantar la posibilidad de que el pueblo decida si lo quiere o no. Según Mitofsky, tiene un puntaje de 52.9 de desaprobación, frente a un 46.8 de aprobación.
En los últimos días hemos visto pequeñas acciones como la oferta de créditos a pequeños y medianos empresarios y la firma del convenio con hospitales privados para la atención de la crisis, mismas que le fueron sugeridas hace semanas. Sin embargo, esto no ha sido suficiente para recuperar el perfil del Presidente que es querido por la mitad de la población.
Con la posibilidad de que la 4T se vea atrapada en una crisis de gobernabilidad, sale a la luz una propuesta que en principio sería generosa y demostraría talante democrático, pero que en este contexto puede resultar oportunista y demostrar más un miedo latente que una seguridad contundente. Como el buen calculador político que es, Andrés Manuel López Obrador ha querido dar un signo de complacencia política al plantear la posibilidad de adelantar la consulta de revocación de mandato. Así es, justo para que en la elección intermedia de 2021 su nombre aparezca en las boletas y su figura arrope a Morena en las urnas en donde el costo político de esta crisis podría no resultarles menor.
Adelantar la revocación de mandato no es un acto bondadoso, es el inicio de una campaña electoral que por lo visto AMLO cree que llevará a buen puerto con todo y sus otras naves morenas.
@maiteazuela