Internacional

El abrupto (y entendible) odio hacia Elon Musk

En menos de seis meses la figura pública de Elon Musk ha cambiado radicalmente. Ser el —hasta hoy— hombre más rico del mundo no lo ha salvado de que su nombre, su reputación y sus empresas se vean afectadas por los múltiples escándalos políticos en los que se ha involucrado. Hasta hace unos años Musk era visto como un genio: sus autos eléctricos eran los más vendidos del mundo, su empresa de satélites y naves espaciales supuestamente democratizaría los viajes fuera de órbita y Twitter se convertiría en una app “para todo”. Hoy, todo a su alrededor se tambalea, y su nombre evoca para muchos —me incluyo— una extrema derecha que debería ser frenada.

Desde antes del regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, en enero, Musk ya era su aliado cercano. Encabezó su campaña y, ya en el poder, fue designado al frente del muy criticado “Departamento de Eficiencia Gubernamental” (DOGE, en inglés). También ha hecho saludos nazis en mítines, ha acusado al gobierno de su natal Sudáfrica de permitir un “genocidio de gente blanca”, ha tenido apariciones públicas que lo han convertido en un meme ambulante y ha usado su red social X (antes Twitter), que compró hace tres años, para amplificar mentiras y teorías de la conspiración.

Mientras tanto, las acciones de Tesla —su empresa insignia— se desplomaron 36 por ciento en los tres primeros meses del año, su peor caída desde 2022. Perdió más de 460 mil millones de dólares en ese trimestre, mientras que DOGE “ahorró” apenas 140 mil millones. Las ventas han bajado, las agencias se han llenado de grafitis y carteles que acusan a Musk de nazi, y la reputación de la marca está por los suelos.

Tampoco avanzan bien sus planes de llegar a Marte para 2029. SpaceX, su empresa aeroespacial, construyó el cohete más potente de la historia: Starship. Pero en marzo, durante su octavo vuelo de prueba, explotó y los escombros interrumpieron vuelos comerciales. Grok, el chatbot de inteligencia artificial de X, también ha sido duramente criticado por insistir en que hay un “genocidio blanco” en Sudáfrica y por mostrarse “escéptico” respecto a si seis millones de judíos fueron asesinados en el Holocausto porque —según sus respuestas— “los números pueden ser manipulados”.

Claro, no todo son malas noticias para Musk. Su respaldo a Trump empieza a rendir frutos. Tanto él como SpaceX serán los grandes beneficiados del presupuesto gubernamental para 2026, que incluye la construcción del sistema de defensa antiaérea Golden Dome —anunciado hace unos días— y el incremento de misiones espaciales a Marte y la Luna. Se estima que ganará miles de millones de dólares al participar en estos proyectos.

En los últimos meses, el gobierno trumpista ha ido retirando, sin demasiado ruido, denuncias contra sus empresas por temas laborales, ambientales e incluso sobre la seguridad de la “autoconducción” de los autos Tesla. Una nota de NBC News señala que “en más de 40 asuntos federales, las agencias reguladoras no han tomado ninguna medida pública sobre sus investigaciones”.

La apuesta de Musk seguramente le dará más dinero a mediano plazo. Pero al menos queda la satisfacción de que hoy mucha más gente ve lo que es: no un genio, sino un tecnomillonario antiderechos con delirios de grandeza.


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Mael Vallejo
  • Mael Vallejo
  • Mael Vallejo es periodista. Director de estrategia digital de N+. Su columna se publica cada 15 días (viernes).
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