Desde nuestro nacimiento, pasando por procesos de educación y socialización, contamos con el apoyo de otros.
Padres, hermanos, amigos, compañeros, vecinos… forman parte de lo que somos, de lo que sentimos, de lo que decimos y de lo que hacemos.
Lamentablemente también tenemos tendencias a competir, más que a cooperar, y al conflicto, más que a la armonía.
Basta con mirar las cifras de divorcios, sociedades comerciales rotas y actos violentos, para notar nuestra incapacidad para establecer relaciones positivas.
Cuando hemos alcanzado un grado de equilibrio y satisfacción con lo que somos, podemos entonces establecer relaciones positivas con los demás.
Establecer vínculos favorables, con valores compartidos, aprender a comunicarnos.
Se requiere pensar que hay una reserva positiva en cada ser, que la gente evoluciona y cambia con la experiencia, que la vida es un reto y una oportunidad de aprender y experimentar vivencias positivas, y que son necesarias y posibles la cooperación y la solidaridad.
Un elemento esencial de las relaciones positivas es la comunicación, sin timidez ni agresividad, maneras sanas de comunicarse, basadas en el respeto y en la honestidad con uno mismo y con los demás.
Sin manipulación, escuchar con sencillez, respetar las diferencias
Manipulamos, cada vez que obligamos a otros a hacer algo que nosotros deseamos, pero ellos no.
Para manipular usamos recursos como la falsedad, la culpa, la intimidación, la racionalización e incluso la seducción.
Cuando manipulamos, lo hacemos impulsados por miedos al rechazo y al fracaso.
Las relaciones positivas requieren: la valoración y el aprecio por los demás, el respeto, la tolerancia; la integración y la solidaridad antes que la indiferencia o el rechazo; la justicia antes que la injusticia, y la paz, no la violencia.
Los conflictos humanos se basan en la falsa idea de que "los demás son diferentes a mi (siempre menos que yo) y no merecen lo mismo que yo merezco".
Allí se encuentra la clave de la envidia, los celos, la crítica, la agresividad y la violencia.
Es esa la trampa mediante la cual el otro es el culpable y yo soy el inocente.
Por ello, una relación positiva es la que nos permite o estimula nuestro desarrollo.
Su punto de partida es una buena relación con nosotros mismos, sobre la base de una sana autoestima (conocerse, aceptarse y valorarse), para entonces poder relacionarnos de la mejor manera posible con nuestros semejantes, con vínculos orientados a la alegría, la armonía y la prosperidad, y no hacia el miedo, el conflicto y la escasez.
Si vamos a estar rodeados de personas, nada mejor que estar bien con ellas.
luisrey1@prodigy.net.mx