Mi casa editorial Vanguardia es detonadora de conversaciones entre sus lectores.
Tanto en sus notas y reportajes como en sus análisis editoriales.
En mi breve ausencia, de finales de octubre a la fecha, veía, al leer nuestro periódico, el avance imperturbable del Huracán llamado 4T que desde 2018, empezaba a surgir por la acumulación de tormentas eléctricas desplazadas sobre aguas oceánicas cálidas.
De 2018 a 2019, combinadas las tormentas y las aguas, con una baja presión del océano, la tormenta de la 4T empezó a girar con vientos opuestos.
De 2019 a 2023, la velocidad de los vientos aumentó de manera insospechada y tocó tierras mexicanas con una categoría 5, la máxima, con vientos entre 270 y 300 kilómetros por hora en la escala de Saffir-Simpson
¿El resultado? Un México destruido, al que tomará, por lo menos dos a tres sexenios en regresar a su estatus de 2018, aún cuando, no era su estatus ideal.
Los vientos huracanados de la 4T tienen estas características: Primera, liga un neopopulismo personalizado de corte autoritario, en la figura mesiánica de AMLO, con la desinstitucionalización sistemática del Estado mexicano.
La desaparición del INE y del Poder Judicial son parte -última- de ese proceso que fortalecería el poder de AMLO y la transexenalidad -sin tocar baranda- de la 4T en el futuro.
Segunda, el modelo transformativo de la 4T es inexistente, como tal.
Su afán destructivo posee tres referentes: generar mayores ingresos entre las clases populares en el corto plazo, vía programas sociales, incremento del salario mínimo y remesas del exterior, para asegurar su ejército electoral.
Crear la expectativa -demagógica- del tránsito de una democracia representativa a una democracia directa definida desde el poder popular.
Y entronizar el poder de AMLO, aún después de 2024, a través de la candidata morenista, Claudia Sheinbaum.
La caída de Omar García Harfuch como candidato de Sheinbaum, a la Jefatura de la CDMX, así lo demuestra.
Mientras ella tiene el bastón de mando (made in China); AMLO tiene el auténtico. (Continuará).
Nota: El autor es Director General del ICAI. Sus puntos de vista no representan los de la institución.
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