Sin duda alguna, la Olimpiada París 2024 ha roto con muchos de los formatos establecidos desde la primera celebración olímpica de tiempos modernos de Atenas en 1896, lo cual no resulta raro para un país como Francia, que tradicionalmente ha sido un influyente precursor de grandes cambios en el rumbo del acontecer humano.
Como opiné en la pasada entrega, ya desde su peculiar inauguración, se puede adivinar una visión de cambio y de rompimiento de paradigmas, que ciertamente no se circunscribe solo a la sociedad del país anfitrión, sino a la del mundo en general.
Que si dicho cambio será positivo o negativo, es otro tema que solo el tiempo responderá, como lo ha sido en todo movimiento social de trasformación de la humanidad, donde cada generación ha debido pagar los costos del cambio o bien gozado de sus beneficios.
Lo paradójico pudiera ser, que dicho evento fue concebido y presentado con muchos símbolos paradigmáticos que hacen de París lo que París y en general Francia son:
monarquía y república; religión y humanismo; tradición y liberalidad; orden social y rebeldía; democracia e inconformidad, productividad laboral y “joie de vivre” (alegría de vivir) y así, en un largo etcétera en apariencia contradictorio, pero que de algún modo retrata la siempre cambiante y universal condición humana.
En esta línea de ideas, junto a otros muchos símbolos “paradigmáticos”, no sorprende ver en dicha inauguración a un escalador brincar sobre esos “los tejados de París”, imagen que evoca la renovación del viejo Paris en 1857 con el inconfundible estilo Haussmann, o el desfile de los atletas navegando en las mansas aguas de “La Seine”, como llaman al rio Sena, (en francés el género de ríos y el mar “la mer” son femeninos), o bien mirar cabalgar en su plateada armadura a Juana de Arco por sobre esas mismas aguas, que más de una vez cambiaron la historia de Francia.
Todo esto en la Ciudad del Amor, con un toque romántico que llega a su culmen, con la bellísima interpretación del Himno al Amor, letra de la infaltable Edith Piaf en la maravillosa voz de Celine Dion.
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