Este fin de semana en la capital hidalguense se conjuntaron la celebración del Día del Padre y el Pride, casualidad que invita a la reflexión sobre el acogimiento familiar que reciben las personas de la comunidad de la diversidad sexo-genérica. Durante las manifestaciones correspondientes es común encontrar carteles que ofertan abrazos “de mamá” o de “de papá”, o que invitan a integrarte a una “nueva familia”. Este es un hecho que permite visibilizar el rechazo de parte de los núcleos familiares, pero también la necesidad de afiliación y la búsqueda de ella a través de otras alternativas.
Salir del clóset no se trata de un evento único, suele ser un proceso que se experimenta de maneras distintas de acuerdo con cada persona y sus circunstancias. Aunque tenemos poca documentación sobre las vivencias de la comunidad, sí se pueden recuperar algunas anécdotas sobre dichas experiencias y muchas de ellas reflejan un enorme rechazo de parte de los padres por no cumplir con las expectativas de los estereotipos de género. Este es apenas uno de los problemas que enfrentamos en la intersección del orgullo y la paternidad.
Por otra parte, muchas personas que pertenecen a la comunidad sexogenero-diversa que hoy son adultas han vivido una infancia con paternidades que se ejercen desde un corte cisheteronormado o sin ninguna figura. Esto significa que los modelos y las representaciones no brindan un sostén desde una alternativa que permita identificarnos, ni apoyen el desarrollo de la personalidad con libertad.
Finalmente se encuentran las paternidades alternativas que se viven desde una orientación sexogénero diversa y que por ello se enfrentan a formas de discriminación social que se extiende incluso hasta sus hijas, hijos o hijes, aumentando el peso de la injusticia social. Nuestras sociedades son cambiantes y el reconocimiento de las comunidades exige, de manera paralela, la afirmación de sus derechos. Por ello es importante dar vista a los conflictos que pueden vivir, para conectar en primer orden con la empatía.