La ola del movimiento #Metoo en México tomó fuerza este fin de semana en redes sociales. Mujeres denunciaron casos de violación sexual, maltrato físico, manipulación psicológica y acoso por parte de personajes vinculados a la literatura, el periodismo y la academia.
Estos espacios considerados como los más “progres” por su proclividad a las críticas de sistemas conservadores, la gestación de ideas de “avanzada” e innovadoras, quedaron exhibidos ante la sacudida que provocaron los reclamos, las denuncias públicas y la sororidad con las víctimas que fue expresada por mujeres en todo el país.
Lo elevado de la protesta, incluso, provocó que medios de comunicación tuvieran que fijar una postura con personajes implicados: separarlos de cargos, suspender relaciones laborales, replantearse protocolos de denuncia o incluso establecerlos.
Por ejemplo la revistas Chilango y Máspormás reconocieron que las víctimas necesitaban espacios de mayor seguridad para alzar la voz, pero que “también se debía honrar la presunción de inocencia de quienes eran acusados en las redes sociales”.
Su decisión fue separar de sus puestos a dos de las tres personas acusadas y tomar medidas con los resultados definitivos de las investigaciones.
La Red de Periodistas de a Pie expresó que por lo menos tres de sus colaboradores fueron “señalados por actos que atentaron contra la dignidad y el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia”.
Los hechos fueron reprobados por la organización e hicieron público su compromiso de profundizar en el tema, de propiciar una reflexión sobre sus condiciones laborales desiguales y de establecer códigos y procedimientos internos.
Sin embargo, esta ola no ha sacado la basura que prevalece en lo más profundo.
En la región se denunciaron algunos casos de escritores; en días recientes quedaron al descubierto violaciones a la privacidad y acoso en chicas universitarias y, seguramente, otros testimonios de abusos quedaron en la bandeja de borradores Twitter de mujeres que todavía no se atreven a alzar la voz.
Vivimos otros tiempos: el silencio y la permisividad dejaron de ser opción.