¿Cómo deben actuar los empresarios ante un poderoso Presidente cuyas políticas son, en ocasiones, opuestas a sus intereses y a los del país? ¿Deben de apoyarlo para mostrar unidad y transmitir confianza a los mercados o deben de servir de contrapeso para buscar que rectifique?
Es evidente que los empresarios y López Obrador mantienen diferencias profundas en temas trascendentales como la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México en Texcoco, la construcción de la refinería de Dos Bocas y el papel del Estado en la economía.
Sin embargo, la semana pasada, en una reunión con el Presidente, cúpulas empresariales mostraron su solidaridad y el Consejo Mexicano de Negocios, la agrupación de empresarios más importantes de México, anunció la intención de sus integrantes de invertir 32 mil millones de dólares este año. La estrategia, por lo menos en público, parece ser de no confrontación.
Hay quienes lamentan esta postura. Argumentan que los empresarios tienen una responsabilidad con el país de servir de contrapeso a López Obrador en sus decisiones equivocadas y de ser más vocales en su oposición. La responsabilidad, sostienen, es aún mayor debido a que no existen contrapesos políticos. Con excepción de la Coparmex, hasta ahora las cúpulas han preferido no asumir este rol.
Entiendo la estrategia de los empresarios. Prefieren resolver sus diferencias en privado y tratar de influenciar al Presidente sin la presión de los reflectores públicos. Al final de cuentas, no comen lumbre. Saben que en un choque frontal tienen todas las de perder.
Por otro lado, debo reconocer que también entiendo, en parte, las críticas. No me queda claro qué tan efectiva ha sido la estrategia de no confrontación. ¿Qué batallas han ganado los empresarios? ¿Han logrado convencer al Presidente que cambie de opinión en algún tema relevante? De hecho, pocas horas después de la reunión de la semana pasada en la que anunciaron inversiones multimillonarias, el gobierno de López Obrador canceló unas importantes licitaciones de Pemex en las que participaría la iniciativa privada.
Hemos visto cómo muestras de firmeza les han funcionado a otros actores. Trump, por ejemplo, logró que AMLO cambiara radicalmente su postura ante los migrantes con la amenaza de imponer tarifas a nuestras exportaciones. Ya sé, no es comparable el poder de negociación de Estados Unidos con el de los empresarios mexicanos. Pero los empresarios también tienen mecanismos de presión. Además, otros grupos como la CNTE han logrado ganar influencia sobre el Presidente gracias a sus tácticas confrontacionales.
No está nada fácil. Por lo pronto, todo parece indicar que la estrategia de los empresarios no ha sido del todo exitosa. ¿Por qué no hacer cambios? No creo que tomar una postura belicosa estaría en su mejor interés o el del país. Pero podrían buscar tener compromisos más concretos por parte del Presidente a cambio de su apoyo público.
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