En un giro significativo, Bill Gates reconoció recientemente que el cambio climático no representa una amenaza existencial para la humanidad. Ya era hora. La postura alarmista, frecuente en el debate ambiental, no solo ha resultado ineficaz para enfrentar el calentamiento global, sino que incluso pueden perjudicar la causa ecológica.
La nueva visión de Gates no niega el aumento de temperatura ni sus riesgos. Simplemente pone las cosas en perspectiva. El fundador de Microsoft lleva años estudiando el problema y durante mucho tiempo adoptó un tono fatalista. De hecho, uno de sus libros se titula: “Cómo evitar un desastre climático”. Pero ahora ha decidido matizar su postura. En un reciente ensayo, sostiene que el calentamiento global, aunque grave, “no resultará en el fin de la humanidad”. La evidencia, argumenta, muestra que las personas podrán seguir viviendo y prosperando en la mayoría de los lugares del mundo, pese al aumento de temperaturas.
Estoy de acuerdo con esta postura moderada. Por mucho tiempo, las voces apocalípticas han dominado la conversación, insistiendo en que los días de la humanidad están contados y que todos los recursos disponibles deben dedicarse a frenar el cambio climático. Este discurso, aunque puede que sea bien intencionado, tiene efectos nocivos. Una encuesta reciente sobre el tema muestra que cerca de 60 por ciento de los estadounidenses cree que “la humanidad está condenada”, muchos dudan si su trabajo “va a importar" y la mayoría no está segura de querer tener hijos. Generar ansiedad masiva no es una buena estrategia.
Además, concentrarse obsesivamente en alcanzar metas de emisiones inalcanzables es contraproducente. Gates advierte que esa fijación implica desviar recursos de medidas más efectivas para mejorar la vida de millones de personas en un planeta que se está calentando. Y tiene razón. No se trata de negar el problema ni de quedarse con los brazos cruzados, sino de reconocer que las prioridades de los países pobres no son las mismas que las de los ricos: combatir la pobreza, la desnutrición o la falta de educación y de salud de calidad requiere de crecimiento económico.
La realidad es que una gran parte de las soluciones vendrá de la adaptación y de la tecnología. Para adaptarse se necesita dinero, y para generar dinero, crecimiento económico. Mientras tanto, la innovación está permitiendo que las energías eólica y solar le ganen terreno a las fósiles. No obstante, la inercia contaminante es tal que, aun si mañana dejáramos de emitir CO₂ por completo (una fantasía), las temperaturas seguirían subiendo durante décadas.
El giro de Gates resonó en la COP30 en Brasil, la cual concluye mañana, donde incluso el país anfitrión dio señales de pragmatismo: el gobierno de Lula autorizó la búsqueda de petróleo cerca del Amazonas, reconociendo que el desarrollo económico es indispensable para enfrentar sus problemas sociales y financiar su propia transición energética.