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La estrepitosa caída de WeWork

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Hace apenas unos meses, WeWork valía 47 mil millones de dólares, un valor similar al que tiene hoy América Móvil, dueña de Telcel y Telmex, y era percibida por muchos como la empresa de bienes raíces del futuro. Ahora, tras diversos intentos fallidos de salir a la bolsa, atraviesa una crisis existencial: su valuación está en caída libre y su cofundador, principal accionista y líder espiritual, Adam Neumann, renunció ayer a su cargo de director general.

La historia de WeWork sirve de lección de que, en los negocios, aún para los que se presentan como revolucionarios y se perciben por el público como sexys, las reglas básicas de las finanzas siguen siendo válidas. Es cierto, puede pasar tiempo sin que la realidad los alcance. Pero cuando los inversionistas se percatan de que los costos superarán los ingresos por tiempo indefinido y de que el modelo de negocios no generará las utilidades esperadas en el futuro cercano, las consecuencias pueden ser severas.

Esto es precisamente lo que ocurrió con WeWork al querer salir a bolsa. Su intención era obtener una valuación superior a los 47 mil millones de dólares, a la que lo valuó su último inversionista privado a principios de año. Sin embargo, la mala reacción de los inversionistas públicos obligó a WeWork a bajar sus expectativas en varias ocasiones. Al final se hablaba de una valuación de 10 mil millones de dólares y aun así no ha podido colocar.

Fundada en 2010, WeWork ofrece rentas flexibles de oficinas a startups y empresas grandes bajo un concepto denominado “espacio como servicio”. Su modelo de negocios es relativamente sencillo: renta oficinas a largo plazo (principalmente a otros desarrolladores) a precios bajos, las remodela, las divide y se las renta a inquilinos en contratos de corto plazo a un precio más alto.

Aunque WeWork se autodenomina como una empresa de tecnología e incluye como su misión “elevar la consciencia del planeta”, la realidad es que la manera en la que busca ganar dinero es estándar y utilizada por otras compañías de bienes raíces. Es un simple arbitraje.

Uno de los grandes problemas de este modelo es que es muy vulnerable a una recesión. Si WeWork no consigue inquilinos de corto plazo que llenen sus oficinas porque la situación económica es mala, de todos modos tiene que pagar sus obligaciones de renta de largo plazo.

No cabe duda de que WeWork ha hecho cosas bien. Ha logrado crecer a un ritmo acelerado. Sus ingresos casi se doblaron el año pasado y hoy tiene presencia en 111 ciudades alrededor del mundo. El problema es que sus pérdidas han crecido de la mano de sus ingresos. De hecho, sus ventas y sus pérdidas son similares. No se ve para cuando genere utilidades. Su laxo gobierno corporativo tampoco le ayuda.

WeWork está lejos de fracasar. Como buena empresa emprendedora se puede recuperar. Pero la moraleja es clara: las reglas de las finanzas no exentan a nadie.

juliose28@hotmail.com

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Julio Serrano Espinosa
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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