Política

Y sí, Lety fue su jardín

  • Columna de Juan Noé Fernández Andrade
  • Y sí, Lety fue su jardín
  • Juan Noé Fernández Andrade

El sábado 15, hace una semana, Nadia Contreras, poeta que hoy coordina el área de literatura del Instituto Municipal de Cultura y Educación (IMCE), me mostró satisfecha, alegre, el libro “Ella era el jardín”, de la autoría de Gilberto Prado Galán. 

Apenas alcancé a palparlo, a asomarme a leer algunas líneas, vi la portada y la contraportada. 

Una buena edición, sin duda, con 105 páginas, las suficientes para que Gil, otra vez, incansable, lúcido, nos arrojara a la vista, pero más al corazón, lo que el amor hace posible si de amor verdadero, único, entregado, inaudito, inconmensurable y eterno se puede hablar.

Viernes 21 de octubre, 14:36 horas. Un mensaje a través de whatsapp me dice: “…falleció Gilberto Prado Galán”. 

Acostumbrado a recibir sabores y sinsabores, leer apenas esas cuatro palabras fue un golpe directo a mi conciencia, me dolió.

Incrédulo aún, comenté el mensaje con quienes me encontraba en ese momento en la oficina. 

Nadie de ellos sabía quién era Gilberto. Mejor, pensé. 

Mejor, porque empecé a recordarlo sin intromisiones ni preguntas. Me fui hasta 1983, año en que lo conocí, en que lo vi por primera vez allá en los espacios del desaparecido Instituto Superior de Ciencia y Tecnología (ISCyTAC). 

Cuantas veces platicamos, fueron las veces que supe de su arribo a la erudición, así, simple y llanamente, sin poses, sonriendo, de palabra fácil, de cualesquier tema. Gil, aficionado al futbol como pocos, jugaba en las canchas. Pintaba para ser el personaje que quiso ser.

Ahí, o al menos eso pienso, conoció a Lety, quien fue mi alumna en la entonces carrera de Ciencias de la Información y de quien él se prendió y enamoró total y absolutamente, a quien le dedicó todo, con quien compartió todo, con quien vivió el amor todo, con quien sembró y cultivó todo, con quien partió de la Laguna para ir tras su inmensidad sentimental, intelectual, física, creativa, humana toda.

Gil estudió Psicología, pero la literatura y sus variadas expresiones lo atraparon, un rato hizo periodismo en el sur del país, para volver después. 

Después otra vez partió y otra vez volvió a su Torreón amado. Siempre se fue y siempre volvió.

La vida cedió y terminó para Lety, dejando en lo más profundo del dolor y la tristeza de su fallecimiento a un Gil que acrecentó su amor en ausencia. 

Le escribí un correo, me contestó, intercambiamos impresiones sobre eso, sobre la vida, sobre el amor, sobre la muerte y la prolongación del amor a partir de ésta. Gil se refugió en su recuerdo, en su Lety. 

En los géneros literarios que le permitieran embellecerla, edificarla, tenerla a flor de labios, en su pluma, en el papel donde escribía y empezaba a elaborar esa obra portentosa que lo llevó a ser reconocido en el mundo literario nacional e internacional.

"Ella era el jardín", es el título del libro que el buen Gil escribió para rendirse nuevamente a su amor, a Lety, a su compañera inequívoca de vida, a una mujer que así como amó le dolió su partida. Un libro de amor y dolor, de vida. 

Y aunque ya no alcanzó a presentarlo personalmente y que forma parte de la Colección Viento y Arena, del Instituto Municipal de Cultura y Educación, seguro estoy que será, como me dijo Nadia, su libro personal más importante dentro de su múltiple obra escritural.

Me quedo, siempre, con la amistad compartida cuando fue menester compartirla, ni antes ni después. 

Sin que me faltara su ingenio como el notable creador de palíndromos que fue: “Noé lagarto traga león”. 

Como la vida, que se recorre de principio a fin y viceversa en el recuerdo agradecido. Descansa, Gil, ya llegaste con Lety otra vez. Tu amor eterno.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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