Es evidente que si no existieran aranceles China podría quebrar a la industria de varios países. Pensemos en México. Hoy China —entre lo legal y el contrabando— ha desplazado y quebrado a muchos negocios locales. No hay forma de competir con un país que cuenta con la mayor cantidad de reservas en millones de dólares —que exceden al trillón—, con créditos y subsidios a muy largo plazo y con mano de obra muy barata.
Hay que agregar que la inversión en ciencia, tecnología, infraestructura, educación y salud también ha sido enorme. En comparación, aquí esos rubros se han descuidado por completo para satisfacer programas sociales que no consisten en otra cosa que la transferencia de recursos. La inversión en China es a largo plazo. Aquí es para resolver necesidades de corto.
Si no hubiera aranceles con China es evidente que ya hubieran quebrado mucho más negocios y habría una mayor presencia de ese país en nuestra economía. Veamos a los coches como ejemplo. ¿Cuánto cuestan hoy los autos chinos con su arancel? ¿Cuánto costarían sin él? Si ya así han logrado desplazar a marcas europeas, americanas y japonesas, imaginemos cuál sería la situación sin aranceles.
¿A dónde voy con esto? A que Trump tiene razón en que el comercio global libre de impuestos no puede prevalecer. Tiene que haber aranceles que permitan un equilibrio comercial y que fomenten una sana competencia. Donde creo que se equivoca es en determinar los impuestos al dedazo, con amenazas y sin considerar que en muchos casos irá en su perjuicio.
De nuevo, pensemos en un coche hecho enteramente en Estados Unidos. Sería inaccesible. Quebraría a las marcas de ese país. Lo que debe hacerse es un ejercicio bien calculado que ponga en equilibrio la competencia global y no una determinación de aranceles a 50, 70 o 150 por ciento, como lo ha planteado y ejecutado con países como India.
La clave está en encontrar —con sustento y análisis-— qué arancel aplicar a cada país y fomentar y respetar alianzas comerciales con México y Canadá que, insisto, de no respetarse irán en perjuicio de los tres países. Se perderán empleos, se encarecerán los productos de la región, habrá más inflación y la posibilidad de quiebra de negocios locales.
Esta semana es crucial para la decisión de la Fed el día 17, ya que después del débil dato del empleo de agosto, solo la inflación que se publica esta semana podría confirmar la primera reducción de la tasa en el año a 4.25 por ciento.