Sin duda, el gobierno atraviesa una época turbulenta. El país, también. Enfrentamientos entre diversos sectores de la sociedad son la norma desde hace meses. Al parecer la autoridad, que debe mediar en este tipo de conflictos, está ausente, vapuleada en un rincón de la falta de popularidad. No es cualquier cosa.
Mi generación creció con la palabra "crisis". Económicas, sociales, de legitimidad, la palabra siempre ronda en estos lares. El país ha resistido los embates de sus crisis. Siempre que suceden sale otro trío de palabras: "Cuidar las instituciones". El uso de esta frase tiene que ver con la defensa del Presidente. Golpearlo hasta la ignominia no parece buena cosa, aconsejan. Rafael Pérez Gay ha sugerido, en estas páginas, una "tregua" en torno a la figura presidencial, pues no tiene caso "un concurso de ofensas". Y son varios los que alertan sobre el bajísimo aprecio de los gobernados por su gobierno.
Creo que esto nos debería obligar a algunas reflexiones. Una es que a lo mejor nuestro sistema sexenal en una sociedad moderna que ejerce la crítica de manera implacable y cotidiana, sumerge a las autoridades en un desprestigio casi inevitable. Si nuestros gobiernos fueran de cuatro años, Peña con todas sus crisis se estaría yendo feliz y nosotros, felices, lo veríamos partir al término de las elecciones. Pero nos quedan dos años en lo que todo parece indicar que la relación será a madrazos y de manera unilateral.
Por otra parte, la creciente baja en la popularidad del Presidente me parece un tema que llegó para quedarse. Por diversos factores, la golpiza a Peña abolló la figura presidencial, más allá de la persona que la ocupa. Los mexicanos siempre han calificado muy alto a su Presidente. Sus números bajos eran los 30 altos, pero aún así en la crisis económica gravísima del 94, Zedillo estuvo en 30 puntos. Las democracias modernas califican muy bajo a sus presidentes cuando están descontentos. En América Latina hay quienes han llegado a menos de diez puntos, como Hollande en Francia. Creo que tenemos que acostumbrarnos a que, en términos de popularidad, tendremos presidentes débiles.
Son nuevos tiempos, por eso la participación de la gente en la madriza colectiva. Pero más allá de eso, que a veces nada más es una manifestación de repudio, hay que pensar si el modelo institucional está debidamente modernizado y preparado para este tipo de crisis.
Twitter: @juanizavala