Es decir, lo leo en Alan Watts: "no se puede detener al río con un cubo". El tao: todo fluye, todo va hacia donde debe de ir, a nada se debe oponer una fuerza contraria o dañina. Alguna vez que intenté aprender a nadar en la pequeña alberca de un maltecho hotel del sur de California, una persona que observaba mis fútiles intentos por alcanzar las orillas, me dijo algo así como esto: "Eit, si pones un tornillo en la superficie del agua se irá al fondo; si dejas ahí un mondadientes éste permanecerá en la superficie". Entendí entonces que mi cuerpo debía acoplarse al agua sin presiones.
Muchas de las cosas las he aprendido un poco tarde en la vida.
El conocer el comportamiento humano es complicado pero gracias a mis maestros aprendí a ver hacia los ojos de los que mienten.
Lenguaje verbal / lenguaje corporal: sin correspondencia hay algo que se oculta. Ocurre, ocurre. Mi maestro Víctor Fernandez (seguidor de los grandes terapeutas de Palo Alto, de tendencia sistémica) me descubrió cientos de trucos de los que se echan mano como las nulas defensas mecánicas para anular a los otros.
Dice Alan Watts en "La sabiduría se la inseguridad" (Kairos, Barcelona, 2013) que siendo niño tuvo la fantasía de enviar un sobre que contuviera agua. Aquí él aplica ese principio de "La ley del esfuerzo invertido" y sostiene que en todo pensamiento ordinario habrá una inversión sobre la búsqueda de la seguridad.
Primero: la literatura descubre, anula lo corriente al proporcionar una visión que no se tenían de lo que nos rodea. Segundo: todo libro tiene al lector que lo busca y que merece. No forzar nada: Sthepen King no hizo hablar al hijo de J.F. Kennedy para que se leyera su "22 / 11 / 63".
Creando una rústica analogía: vida y literatura son una y la misma. Los personajes lo son porque hablan y comen al igual que los humanos. Síntesis: seguimos en un tiempo de agitación y ansiedad: imposible aferrarnos a lo que no se puede, sino podemos aferrarnos ni a la vida. Breve remate: "La ciencia puede darnos un mejor futuro. Luego todo terminará, por mucho que lo prolonguemos". Una verdad inocultable.
Me estoy volviendo un místico irredento. Y apenas me doy cuenta.
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