Estoy seguro que un día fui feliz en una sala de prensa escribiendo en un telefax. Y estoy más seguro que hace muchos años, también, estuve más que conforme trabajando en una imprenta de linotipia en la colonia Roma, en el Distrito Federal. Detallo el dato: Imprenta Solidaridad. Cerca de ahí había un café al que frecuentaban muchos amigos que imprimían revistas literarias de corto tiro. Pero Solidaridad que se mantuvo como cooperativa desde los años 50, pasó por el mal momento por el que pasaron todas las imprentas de su tipo y terminaron cortando papel o, en el mejor de los casos, encuadernando uno que otro libro.
Al café (aún extraño ese café que se llamaba Carlo) dejaron de ir los impresores que, al igual que yo, corregían roles en tipografía de plomo.
Algún día me sentí contrariado porque en el medio al que llegaba todas las mañanas sustituyeron las máquinas de escribir Olympia por unas (me lo parecían) horrendas computadoras que no sabía ni encender. Eran 2.86 monocromáticas y (a comparación de las de ahora) lentas como una antipática tortuga.
En síntesis y a lo que deseo llegar por esta brecha que he comenzado a trazar aquí: ése fue un trabajo artesanal que no conocieron las generaciones de impresores nacidos a partir de los 80, más o menos.
Siguiendo la brecha: hace unos días un poeta felicitó a otro poeta porque el segundo había cumplido años. Todo esto lo vi en las redes sociales. Aunque me dio tanto trabajo, tuve que adaptarme a lo actual, qué más podría haber hecho.
Entonces, en las redes, el poeta que felicita al otro poeta no lo hace tanto por su cumpleaños sino por los logros, según él, que han obtenido fuera de México. Han formado un Círculo y así se hacen llamar pero el desprestigio, por muchos motivos, los ha alcanzado.
Entre otras cosas, en las generosas líneas del poeta al poeta, le dice que la revista electrónica es leída por millares de ojos en el mundo. Me imagino a los coreanos tratando de traducir a los poetas locales. (Escúchense las grabaciones de risas que ponían como recurso los productores de Telesistema Mexicano).
No es gran mérito levantar una revista electrónica (lo puedo hacer yo mismo ahora), el mérito sería imprimirla y mantenerla independiente, lejos de las vergonzosas becas estatales o nacionales. Entre lo que se dice y lo que se hace hay diferencia, lo saben los políticos y los escritores sin ética, los que no entienden aún para qué sirve la literatura.
Cómo no recordar el linotipo y las lecciones de los grandes maestros que tuve en suerte. Ellos sí me hicieron comprender que en la visión del mundo a través de la literatura sí cabe la ética.
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