Sin ponderar la cadena de valor del libro—escritor-editor-impresor-librero-lector— resulta harto curioso que, desde la dirección general del Instituto Cultural de León, ICL se pronuncie que la 33 Feria Nacional del Libro, FeNaL no sea una feria para vender libros sino para ver espectáculos gratuitos. Esto significa que desde la citada institución descentralizada no sepan hablar en dialecto librero. Es decir, “los nuevos acentos/ de revelaciones, / en libros de cuentos;/ luego las historias, / luego las novelas, /” (Francisco González León, “Mi libro de horas”, Dialecto) no tienen sentido en el organismo municipal de cultura.
Dicho de otra manera: “El escritor produce el valor cultural e intangible del producto artístico, mientras que el editor produce el bien a posicionarse en el mercado físico tangible. El bien terminado, con valor económico y cultural, se comercia en un mercado dual (físico y de ideas), en el cual el editor tiene poder monopólico de fijación de precios debido a que un libro no tiene sustituto: son de naturaleza única e irrepetible. El componente de valor cultural lo convierte, como en el resto de los objetos de arte, en un bien mixto: privado y público a la vez”. (Cristina Rascón Castro, La economía del arte, Nostra Ediciones, 2009, 1ª. Ed., p. 56).
De aquí podemos desprender el costo del libro impreso, con su riesgo de inversión, donde se incentiva a la industria gráfica, que luego concede al librero el estatus respectivo como enlace del lector donde, una vez consumido el bien, “se sabe el beneficio de su obtención y no se compra dos veces el mismo artículo para satisfacción propia”. (La economía del arte, p. 57). El lector recrea entonces lo escrito, a través de una infinita posibilidad que bien podemos resumir en la siguiente frase de Juan García Ponce: “Somos el libro que leemos, en la misma medida en que el libro es en nosotros”.
Es verdad que silencio también es la palabra (Carlos Montemayor, dixit). Señalamos esto por aquello de: “el que calla, otorga”. Pero saber callar implica conocer los episodios del cómo y para qué hacer una feria de libros donde la oferta coloca en justa medida “los valores y externalidades positivas culturales que conllevan a una pérdida en valores económicos” porque así es el mercado ante los precios al público. O sea, “el bienestar social en su conjunto aumenta, e incluso inicia un círculo virtuoso de crecimiento”. Cuando lo anterior no es sopesado nuestra economía pierde tanto que volvemos a los episodios olvidados dentro de la política cultural de la Administración Municipal actual por medio del Objeto del ICL que marca su Reglamento, Capítulo II. Art. 4, así como sus Atribuciones. Art. 5. Numerales IX y X. Con ello abrogan la función del Consejo Directivo, así como el Programa de Gobierno 2021-2024 y su vislumbrado León 450.
Juancarlos Porras