Me suelen preguntar acerca de mi sistema para evaluar una obra artística –la disciplina no importa-; suelo responder que lo importante es analizar si existe una ética y una estética alrededor, dado que ello le da sentido a la misma, y también es esencial valorar su capacidad para detonar una experiencia sensible. Así lo hago. Me alegro mucho de que Soy Piedra, el álbum que editara este año la banda chilanga Belafonte Sensacional aparezca en lo más alto, no sólo de los recuentos nacionales, sino que obtenga menciones en sitios tan influyentes del extranjero, como Remezcla.
La crítica especializada le encontramos diversos méritos, que inician con esa capacidad de reinvención que les llevó a abrazar y abrasar otros géneros más allá del rock, folk y blues que ya les conocíamos. Ante tanta trivialidad en muchos discos nacionales, aquí hay múltiples capas interpretativas y de contenido. No deja de ser una obra grasosa, pero también es densa en la mejor aplicación del término. Entonces, los medios encontramos evolución, capacidad de riesgo y calidad compositiva; me pregunto si en la misma medida conectaron con el público e hicieron crecer la cantidad de sus seguidores. Israel Ramírez –el hombre al frente de este gang- ya se estaba desesperando por la falta de oportunidades. El crowfounding le demostró que tiene bastantes cómplices. ¿Por dónde pasará el futuro de Belafonte? ¿Estará destinado a ser un grupo de culto y atender a lo que los mercadólogos llaman un “nicho”? ¿La escena nacional independiente habrá avanzado lo suficiente para permitir a un músico sostenerse dignamente con su trabajo? ¿Qué tienen que hacer este tipo de grupos para manejarse con números negros? Que se llevaran el lugar número 2 en el conteo de Reactor 105.7 y que en febrero próximo abran a Julieta Venegas me hace augurar un buen provenir. Con Belafonte la prensa comulgamos… ahora le toca a la gente, siempre a la gente.
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