Política

¿Qué aprendimos de esta marcha?

  • Columna invitada
  • ¿Qué aprendimos de esta marcha?
  • Josué Becerra

¿Quiénes y por qué marcharon el pasado sábado 15 de noviembre? La pregunta ya fue ampliamente analizada y comentada. Si la participación de la llamada Generación Z cumplió con las expectativas, es tema discutible. De acuerdo con el Inegi, apenas 8% de la población pertenece a esta generación centennial —nacidos entre 1995 y 2010—, unos diez millones de mexicanos. Es evidente que no todos marcharon, y en cambio sí lo hicieron personas de otras edades, lo que confirma que la movilización quedó corta respecto a su supuesto objetivo generacional.

Una revisión periodística comprobó que la convocatoria digital de esta generación también tuvo apoyo de bots: se contrataron republicaciones para volver tendencia la marcha, invitar y motivar la participación. Atribuir el “éxito” exclusivamente al número de asistentes es, por decir lo menos, un volado. La verdadera pregunta es: ¿qué sucede después de una marcha? ¿Dónde quedan los motivos y las exigencias?

Las convocatorias sin liderazgos claros terminan siendo llamados a misa sin sacerdote: la oposición queda a la buena de Dios y la narrativa se reduce a la moda de la selfie y a la foto panorámica. Protestar tiene un motivo permanente —la falta de resultados de las autoridades, especialmente en materia de seguridad—, pero los gritos al aire solo resuenan hasta donde rebota el eco.

Por más que se insista en el carácter “civil” de estas movilizaciones, la organización requiere liderazgo, rostros sin intereses políticos ni precios negociables. Y eso, en México, roza lo utópico. Miramos lo que ocurre en otras partes del mundo y suponemos que aquí podría replicarse. Pero no habrá una “Primavera Asiática” como la de 2020, ni protestas extremas como las de Nepal en septiembre de 2025. Aquí nadie busca derrocar gobiernos; ninguna fuerza política está dispuesta a escalar hacia esos niveles de confrontación. Lo que se busca es demostrar capacidad de convocatoria, generar presión y, en ocasiones, dar herramientas discursivas al propio Gobierno. La represión también envía un mensaje de control.

Por eso, más allá de quién convoque o de qué generación participe, la próxima marcha —como derecho y como catarsis— tendrá que ser algo más que gritos y estallidos vandálicos.

Necesita objetivos claros, liderazgos visibles y garantías de que la movilización no se convierta, una vez más, en un negocio habitual o en un deporte nacional. Hasta hoy, lamentablemente, así ha sido.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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