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Acomodada en el triunfalismo y detenida por el elogio, la carrera de Saúl Álvarez corría el riesgo de ser documentada como una escena de ciencia ficción, antes que un ejemplo de la vida real.
Convertido en uno de los principales celebrities de nuestro país, su influencia empezaba a ser más artística que épica, más comercial que emocional y más mediática que deportiva.
Álvarez, mejor peleador que boxeador, había alcanzado la cima del deporte con dos puños de acero, una mandíbula de titanio, un pescuezo de granito y la mentalidad de toda una armada invencible: campeón por mérito propio, la fama le hizo creer que no tenía rival.
Hasta que llegó Dmitry Bivol para recordarle que caer, es parte esencial del deporte: Álvarez estaba olvidando lo grandioso que es venir de abajo.
A partir de aquí, veremos lo mejor del Canelo, uno de los grandes deportistas de los últimos años deberá levantarse de la arena.
Churchill Downs
Nacido y criado en la tradicional granja Calumet de Lexington, donde descansa su competitivo linaje, el joven pura sangre ocupó el lugar de un potro retirado antes de la carrera.
Fue colocado en el carril de afuera, castigado 80-1 por los apostadores y obligado a remontar 20 posiciones al salir último en la arrancada.
Pero el Derby de Kentucky, cuya magia nos permite hablar de un caballo como estrella del deporte, volvió a ofrecernos su producto principal: historia.
Montado por el venezolano Sonny León, Rich Strike se arrimó en los primeros metros a las líneas centrales, ganó terreno al girar en el primer codo, metió el lomo para abrirse hueco, resopló tres veces, encogió las orejas y chupó barandilla antes de entrar a la recta final donde hombre y animal aceleraron ganando por medio cuerpo una de las carreras más emocionantes en 148 ediciones del Derby.
Rich Strike, en la arena de Churchill Downs, confirmó que el deporte se lleva en la sangre.
José Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo