En la coyuntura crítica que vive el país, la desconfianza de los consumidores y de los productores nacionales hace aún más preocupante la situación en la que estamos envueltos. De acuerdo con el Inegi, el Índice de Confianza del Consumidor mostró en enero pasado una contracción de 25.7 por ciento, en comparación con el mismo mes de 2016. Uno de los peores desplomes del que se tiene registro. En relación con la expectativa que se tiene, a nivel de hogar, de cómo será la situación económica durante los próximos 12 meses, el indicador de confianza mostró un decremento de 15.6 por ciento en comparación con el mes de enero de 2016 (El Economista, 3/II/17). En otras palabras, al adverso entorno económico internacional que nos acecha, tendría que agregarse que los consumidores mexicanos son pesimistas, medidos en términos de su futuro consumo potencial: el mercado interno, concebido como una de las bujías del crecimiento económico está, por tanto, en riesgo.
Es indudable que el factor Trump influye en estas mediciones. La incertidumbre que causa un personaje de ese talante infunde desconfianza tanto al nivel de quienes invierten (se han perdido alrededor de 4 mil millones de dólares en probable Inversión Extranjera Directa en los últimos tres meses) como de quienes consumimos. El desplome de la confianza del consumidor se explica por la inseguridad con la que se percibe el futuro: se puede tener un empleo el día de hoy, pero es incierto lo que pueda pasar el día de mañana.
Desde la perspectiva interna, tiene que tomarse en cuenta el impacto que tuvo el gasolinazo perpetrado al principio del año. Dada la coyuntura externa amenazante proveniente del vecino del norte, la medida adoptada para elevar los precios de los combustibles exasperó al consumidor para hacer cualquier plan de corto plazo (un año). Los precios de los productos, en consecuencia, se encuentran al alza (una elevación de precios, en términos anuales de alrededor de 5 por ciento anual. La amenaza lacerante de la inflación está presente, como aquella que azotó al país, en la década de los 80. Por eso, el Banco de México subió a 6.25 la tasa de interés. En suma, una combinación de factores internos y externos dibuja un futuro próximo nada halagüeño.
Si la confianza del consumidor se ha desplomado, la confianza del inversor sigue, a la par, la misma ruta. El momento actual no es apropiado para invertir. Dos de cada tres analistas de negocios así lo sugirieron en las últimas semanas (V. Piz El Financiero, 8/II/17). De acuerdo con esta fuente, la incertidumbre reflejada en los datos presentados es comparable con la crisis global que se padeció en 2008-2009.
La incertidumbre provocada por el nuevo gobierno estadunidense, además de la falta de liderazgo que se observa entre nuestras autoridades, provoca una crisis de confianza, la que nos hace muy vulnerable como país y como sociedad. La confianza en estos tiempos es un bien sumamente escaso. Habrá que atender este problema. De lo contrario, los próximos meses pueden ser letales.
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