Política

El PRI, pese a todo, gana

  • De paso
  • El PRI, pese a todo, gana
  • José Luis Reyna

Pese a que en tiempos recientes las casas encuestadoras han sido imprecisas en sus pronósticos (incluso en Reino Unido), existe una coincidencia en México: el PRI está al frente en la intención de voto. La pregunta es por qué la ciudadanía sigue prefiriendo a un partido que, en su retorno al poder, sigue envuelto en el manto de la corrupción (los demás también) y, aunque logró aprobar 11 reformas estructurales (la educativa ya abortó), los resultados de las mismas todavía están por verse. La violencia y la inseguridad, además, persisten.

Uno de los argumentos más socorridos es que el PRI cuenta con el “voto duro” más numeroso. Puede ser. Sería, sin embargo, un error generalizar. Hay que hacer un corte generacional para entender la intención de ese voto. De acuerdo con un estudio, la clientela del vetusto partido estaría compuesta por adultos mayores (más de 50 años). Una buena parte de ellos son pobres y con niveles de escolaridad bajos. 49 por ciento de las personas sin instrucción formal son un bastión significativo de ese instituto político y 42 por ciento solo tienen estudios de primaria. Por otra parte, 48 por ciento de los votantes priistas tienen ingresos, en promedio, de mil 520 pesos mensuales. O sea que a menor ingreso mayor la probabilidad de inclinarse por el PRI. De la misma forma, una educación precaria es sustento del partido. Los más viejos son afines al “partido de la revolución” (Datos de CNN-México, 5/V/15).

México es un país compuesto con habitantes pobres y con educación deficitaria. Puede tenerse una explicación, en consecuencia, de por qué el PRI es el puntero en la próxima contienda electoral. Otro estudio es consistente con los datos anteriores. En una encuesta realizada en 10 universidades públicas y privadas del Distrito Federal y del Estado de México, 65 por ciento de los universitarios entrevistados tiene poco o ningún interés en las elecciones venideras, 63 por ciento declara tener poco o ningún interés en la política, 78 por ciento no sabe por quién votar y 95 por ciento no pertenece a ninguna organización política (Reforma/Universitarios, mayo de 2015). Desgracia: los más educados están al margen de la política.

El PRI, en su auge autoritario, ganaba con cifras cercanas a 100 por ciento en las entidades federativas más pobres del país (Chiapas, Oaxaca, Hidalgo, etcétera) y la mayor oposición se encontraba en aquellos estados con mayor desarrollo relativo (Nuevo León, Baja California, Sonora). Ese síndrome no se ha ido. No puede pasarse por alto, además, que persisten algunas viejas costumbres. Se sigue intercambiando el voto, sobre todo entre la gente más necesitada. Ejemplos sobran. Lo más efectivo para “orientar” el voto es cuando un ciudadano recibe ayuda médica para uno de sus familiares. Se desarrolla un agradecimiento que podría traducirse en una especie de lealtad. (K. Greene. La compra de votos en México, en A. Alvarado, México, Democracia y Sociedad. El Colegio de México, 2013). En este trabajo se sostiene que donde hay compra de votos, las diferencias ideológicas partidistas se tornan irrelevantes. Vale más lo que se obtiene por la vía del intercambio que la orientación partidista para el acto de votar.

El PRI ganará las elecciones intermedias: el Congreso. Los otros partidos, para colmo, son alternativas irrelevantes. Y nuestra democracia, en consecuencia, está en las manos de los que menos tienen, pero siguen controlados y cooptados. Ese es el sistema político mexicano.

jreyna@colmex.mx

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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