Para el título de esta homilía, el cartujo se apropia sin rubor de una frase de Maruan Soto Antaki, quien, al abordar la delirante persecución de la Fiscalía General de la República contra algunos de los científicos más destacados del país, el pasado jueves escribió en MILENIO: “Gertz escoge a sus víctimas y libra a otras de pecado mientras alimenta la pasión del verdugo; la propia, la del entorno, la de una sociedad indiferente al escándalo”.
El poderoso fiscal, lo sabemos, destila veneno contra quienes obstaculizan sus intereses; no perdona haberse sentido como paria cuando quiso acceder, sin méritos académicos, al Sistema Nacional de Investigadores del Conacyt, de ahí su obsesión por escarmentar a una comunidad de la cual nunca será parte, aunque la directora de la institución y un jurado a modo lo hayan admitido con el nivel más alto, como si tuviera una obra digna de presumir.
Exhibido por Guillermo Sheridan como plagiario, al fiscal, tal vez, lo corroe la envidia por aquellos hombres y mujeres capaces de investigar, reflexionar y sobresalir dentro y fuera del país en la ciencia y la academia, libres de las locuras nacionalistas de un régimen refractario al pensamiento crítico, pecado imperdonable entre los proclives a la genuflexión y la obediencia ciega.
Alejandro Gertz y la directora del Conacyt han fraguado la escandalosa cacería, pero no están solos. En la siniestra travesía los acompañan legisladores de Morena, funcionarios, periodistas oficiosos y oficiales y el propio Presidente de la República, para quien los científicos acosados son prácticamente unos vividores. “¿Qué han hecho?”, se preguntó la mañana de ayer en Palacio Nacional, para enseguida responderse: “Nada, nada, coloquios, congresos, viajes al extranjero, viáticos”. Esta idea, permeada por la ignorancia o la mala fe, satura las redes sociales con los agresivos mensajes de sus fanáticos, dispuestos a todo, incluso al ridículo, para desacreditar a los perseguidos por el gran inquisidor, deseoso de refundirlos en Almoloya. Parafraseando el célebre bolero: lo hicieron menos y ese es su coraje.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.
José Luis Martínez S.