Sociedad

Nuevas epidemias II (Lo que dicen los lectores)

Para mi sorpresa en el Bosque de Luz de la semana pasada titulado “Nuevas Epidemias”, recibí más opiniones y puntos de vista de lectoras y lectores de los que generalmente suelo recibir. Una serie de “pareceres” que reflejan en el espejo sus vidas y aconteceres diarios haciendo ver a los gobernantes, políticos y planeadores públicos de todo tipo, como integrantes de una nueva Inquisición a la que tenemos que enfrentarnos debido al cúmulo de torpezas y descuidos que conlleva su actuación desde el poder. El poder para servirse y no para servir.

Una lectora señaló: “Creo que también nos invade una epidemia de imbecilidad, porque la gente carece de inteligencia para entender lo básico de la convivencia en comunidad: el respeto asimismo y al otro” Y este columnista ve aquí una falla completa del sistema social, que, desde la educación y el seno familiar primero, y luego desde la indebida actuación de las autoridades –que NO actúan para nada– hemos ido pervirtiendo los valores y acciones básicos de la vida en comunidad. Concuerdo con ella.

Un lector me dijo: “… también una epidemia que tenemos es la de las bicicletas fuera de las ciclovías, que andan normalmente en sentido contrario, incluso en las mismas ciclovías”.

Otro manifiesta: “Frente al tema tratado es claro que no hay sanción económica o alguna otra documentada, ni arresto administrativo. Basta observar en las ciudades los rondines de patrullas con elementos policiacos municipales o estatales en armoniosas pláticas. Sin traslado de detenido alguno. Pareciera que esa función no les gusta (porque implica más trabajo) les asusta o la simulan para no verse involucrados como primera autoridad que conoció del hecho, y prefieren ser omisos ante cualquier compromiso.”

Otro lector de plano dice: “¡La epidemia de la movilidad urbana! Todos contra todos… sin solución a la vista.” Y si, opino yo, parece que nuestras autoridades han colgado la toalla o sólo buscan soluciones que les reditúen pingües ganancias como la propuesta del gobierno estatal emecista de un segundo piso (negocio para empresarios, y obviamente de peaje) en la Avenida López Mateos en Zapopan y Tlajomulco, en Jalisco.

Y la perla simple y sencilla de otro: “No vi nada de lo que dijiste”. Je,je,je. Una paradoja que hace que la ceguera unida a la sordera convierta la vida social en una especie de masoquismo: que empiece a gustarnos y disfrutemos el estar “apilados” por miles y luego millones de habitantes en enormes manchas urbanas ya inoperantes en muchos sentidos (incluyendo la famosa “gentrificación”).

La semana pasada fui enfático en señalar, y lo repito porque me parece trascendente -y sobre todo que trasciende en la cultura y vida social mexicana lo siguiente:

“Todo esto viene al caso porque esta epidemia de nuevo daltonismo significa (como cualquier acto corrupto) una ventaja indebida y malsana sobre quienes si respetamos leyes y reglamentos viales. Y no digo con esto que debemos buscar actuar como ellos. Al contrario, hay que exigir que cumplan a cabalidad con algo que es inherente a la vida social: el respeto hacia las reglas de la comunidad.

“Cualquiera que obtiene una ventaja indebida sobre el resto de integrantes del cuerpo social, debiendo respetar las mismas reglas, atenta contra la seguridad de los demás. Y esto, en otras culturas y países es severamente repudiado y criticado; ya no digamos castigado.”

Y pienso que, en México en vez de castigos, parece ser que son competencias para ganar, no al nivel de los Olímpicos, pero sí de niveles más modestos –ni en eso la hacemos-. Siempre se sabe de un corrupto que supera en sagacidad y montos a los anteriores. Los casos de Pemex, Fertimex o el de la Conasupo, de antiguos sexenios de gobierno, por ejemplo, fueron superados por el de Segalmex del sexenio pasado. Ahora andamos en los temas de marinos de la Armada mexicana (de alta jerarquía) que resultan investigados e indiciados por su participación en el huachicol fiscal (introducción de combustibles al país desde Estados Unidos, sin pasar por las aduanas y su respectivo pago de aranceles y derechos.

Pero usted, estimada lectora, lector, no se preocupe. Piense que vivimos en el mejor país del mundo y que las encuestas que determinan la felicidad de la gente en los distintos países del mundo son reales, y que sí: los mexicanos estamos en los índices más altos de percepción de felicidad del mundo “mundial” como habitantes de este territorio; gracias a la alta popularidad y estima que también les damos a nuestros gobernantes (“as”) en el “populómetro” (neologismo del autor) de aceptación que se registra en los países de todo el orbe. A festejar.


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José Luis Castellanos González
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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