La semana pasada me referí a la creación de un mundo abstracto que los humanos hemos hecho mediante el pensamiento: el mundo de las ideas. Mediante las ideas reflejamos nuestros sentimientos, emociones y razonamientos para interpretar y/o transformar la realidad. Hoy quiero referirme a otro mundo que disfruté mucho en la semana transcurrida: el circo. Un universo de alegría y ficción construido con la imaginación.
Me tocó en fortuna presenciar al circo sudamericano “Tihany Spectacular”. Arte circense de primer nivel. Pero igual puedo escribir teniendo en mente al Circo du Soleil, al Atayde Hermanos, al Hermanos Vázquez, al Bell´s, al Americano, y muchos otros que a lo largo de mi vida he podido disfrutar. Desde el primer despertar de la niñez disfrutamos el (y del) circo y sus maravillas presenciando payasos, magos, malabaristas, trapecistas, contorsionistas, chicas hermosas y guapos artistas circenses. En su momento, me tocó ver a domadores de animales y con ellos a elefantes, avestruces, tigres, cebras, focas, leones, caballos, y osos; entre otros. Hoy ya no es posible ver animales en los circos gracias al Partido Verde Ecologista de México –PVEM- y al Partido Revolucionario Institucional –PRI-, que prohibieron la presentación de estos por el “supuesto maltrato” a las especies. No sin parcial razón, pero pienso que tampoco generalizado o necesario en extremo.
Disfrutar del circo como adulto, es algo que me pareció sensacional. Ver familias enteras - muchos niños y personas mayores entre los asistentes. Hacer una radical separación entre la triste y lacerante realidad de fuera, con la deslumbrante y portentosa imaginación artística que crea otros mundos, los comparte y nos invita a maravillarnos o reír a carcajada abierta por unos breves momentos. El mundo del circo contiene la semilla de la ilusión y la esperanza en algo mejor que nos puede resultar inalcanzable en la realidad actual. Y me preguntó ¿cómo será la realidad de los niños que están presentes cuando sean jóvenes? ¿qué país vivirán, si actualmente nuestros jóvenes pueden ser desaparecidos por razones inexplicables? ¿pensarán los adultos mayores que cualquier tiempo pasado fue mejor? ¿qué nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir? Como decía el genial Jorge Manrique en las “Coplas a la muerte de su padre”.
Reír con las peripecias del payaso que hace participar a algunos integrantes del público. Ver como la risa se hace colectiva y olvidamos por un momento que nuestros gobiernos (en sus distintos niveles) son incapaces de brindarnos el derecho a la seguridad personal o patrimonial. Ver la impunidad rampante, al más fuerte beneficiándose a expensas de los débiles y dándole a veces la razón a Thomas Hobbes cuando dijo que “el hombre es el lobo del hombre” –homo homini lupus.
Trapecistas haciendo equilibrio permanente para no caer. Tal y como todos hacemos día con día para sacar adelante a nuestras familias, y los compromisos personales y profesionales. Volando en las alturas, haciendo piruetas y conservando el equilibrio emocional y físico en nuestro diario acontecer rutinario. Conviviendo con muchos otros seres humanos que esperan que la realidad les brinde un viento a favor o el sol de frente. Venciendo las adversidades y buscando sacar adelante el colectivo llamado México, haciendo lo que cada quien sabe o puede.
Magos jugando con el ilusionismo. Brindándonos una realidad alterna sacada de la chistera, de la caja o de la oscuridad. Intercambios súbitos, juego de luces y sombras que permiten un distractor tal como nuestros políticos y gobernantes pretenden sumergirnos en un circo más grande: el de la política. El mundo de los intereses creados, el de las grandes ligas, de las decisiones de cúpula, de élite y de intereses estrechos que no ven por el conjunto, sino sólo por su pequeña, interesada y miope parte.
Contorsionistas que enrollan su cuerpo, o lo atan al de otras u otros compañeros. Como sucede cuando enfrentamos problemas que sentimos irresolubles, difíciles de desanudar, o situaciones imposibles de alcanzar. Movimientos que entrelazan piernas, brazos y manos en un juego de rompecabezas corporal. Malabaristas que lanzan objetos al aire y los mantienen en movimiento el tiempo necesario para que no caigan. Tal cual hacemos todos: malabares en este juego de la vida y de la muerte -en contrapartida. Buscando que el salario alcance, que la familia entienda, que la salud se recupere, que se logren las metas anheladas, o que la vida, simplemente, como en el circo, nos sonría.
Por eso los invito al circo, para que dejemos que nuestros políticos en la vida real se muevan en su pista, y piensen que son lo “non plus ultra” circense, mientras nosotros reímos unos minutos y disfrutamos lo que la imaginación nos presenta producto de la creatividad humana.
Nota: Ningún circo, ni político, patrocinó esta colaboración semanal.
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