Empiezo por formular una pregunta simple pero a la vez difícil: ¿Qué es lo más importante en el fútbol?
Para mí es lo que sucede en una cancha. Sea la categoría que sea, el nivel que sea y el tipo de campo que sea. El fútbol se ve y juzga en el terreno de juego.
El asunto es muy simple para formarse un criterio y emitir opiniones acerca de un jugador o equipo de fútbol: ¿Un futbolista tiene talento?, ¿contribuye al juego de equipo?, ¿cumple con la función escencial de su posición?
Desafortunadamente, y entiendo que debido a la intervención del dinero como factor fundamental de la industria del fútbol, a un jugador se le juzga por variables diferentes a las preguntas antes mencionadas.
Ahora también se toma en cuenta el carisma, el marketing, los likes o clicks que genera su imagen. El número de patrocinadores que lo respaldan, la cantidad de playeras que vende. La afinidad que tiene con el entrenador, afición o dueño del equipo.
Total que lo básico se perdió y ahora tenemos una serie de criterios que nos ponen en discusiones estériles acerca de la calidad o eficiencia de un futbolista dentro y fuera de la cancha.
Este asunto de opinar de un futbolista entre talento y marketing está ocasionando severos problemas para diferenciar entre buenos jugadores y quienes están de moda.
Son tantas variables perdidas en un mar de vanidades y dinero, que el aficionado no ve a quien apoya o crítica, sólo entrelaza secuencias de comentarios que terminan en el vacio de una red social para desatar el odio del prójimo.
Así surgieron “las barras bravas” o los grupos de apoyo radicales de los equipos de fútbol; de una “moda” de personas que siguen al futbolista más que el equipo o al club, por encima de cualquier juicio razonable.
El fútbol va a tener que reposesionar sus valores fundamentales como juego. De seguir en esta vorágine de marketing y negocio va a terminar por deforestar el talento y la creatividad del futbolista para dar paso al click y like.