En su libro El antiguo régimen y la revolución, Alexis de Tocqueville se pregunta: “Pero ¿por qué estalló en Francia y no en otro lugar esta revolución, por todas partes preparada, por todas partes amenazadora? ¿Por qué ha tenido en nuestra nación ciertos caracteres que no se encuentran en ningún otro lado?”. Tal vez nosotros podríamos preguntarnos: ¿Por qué se construyó en México y no en otro lugar esta transformación? ¿Por qué ha tenido en nuestra nación ciertos caracteres que no se encuentran en ningún otro lado?”.
Andrés Manuel López Obrador configuró históricamente la otra ideología, la que bautizó como humanismo mexicano. Una ideología histórica que no nace ni con la Colonia ni con el mestizaje, sino con los pueblos originarios y la resistencia cultural y política de las siguientes generaciones: “…el humanismo mexicano se sostiene en dos pies, uno es el de la gran herencia cultural prehispánica que nos alimenta de virtudes… la fraternidad, la libertad, la justicia y la honestidad; y el otro es el de la política con dimensión social y carácter público”.
López Obrador retoma los grandes relatos de las transformaciones violentas del país: Independencia, Reforma y Revolución para llegar a una Cuarta Transformación pacífica que, a falta de nomenclatura, se denomina popularmente como 4T. Raigambre y futuro, la Cuarta Transformación intenta extirpar los males endémicos del populismo hipócrita de los años setenta y del neoliberalismo: la corrupción y la impunidad. Su dimensión social es política, económica e ideológica y, por tanto, posneoliberal: “Ser posneoliberal es aceptar algunas cosas que no puede cambiar y cambiar las que puede. Es realismo político, es pragmatismo…” (Alain Rouquié sobre AMLO).
Todo régimen engendra sus contradicciones. En el neoliberal, Miguel de la Madrid propuso una renovación moral y lo suyo fue la inmoralidad renovada que abrió las puertas a Carlos Salinas de Gortari, padre contemporáneo de la desigualdad mexicana. Cuauhtémoc Cárdenas y Muñoz Ledo intentaron un cambio dentro del antiguo régimen, un PRI democratizado, su frente fue respaldado por la derecha democrática y la izquierda. La “caída del sistema” canceló la posibilidad de transformación del sistema dentro del sistema. Lo que vino fue el mayor saqueo del país desde los tiempos de la Colonia, el autoritarismo, la persecución política, acendrada corrupción e impunidad, pobreza extrema y una desigualdad insultante.
En el 2000 no inició la transición sino la alternancia electoral, la partidocracia del gatopardismo que se coronó en el Pacto por México y el matrimonio bien avenido entre el PRI y el PAN, el PRIAN. El engendro político de ideologías contrapuestas tuvo su máxima expresión reaccionaria en la candidatura gerencial (Claudio X. González) de Xóchitl Gálvez. El antiguo régimen colapsó por la masiva legitimidad de Claudia Sheinbaum y el respaldo electoral al llamado Plan C.
En 2018 inició la transición del país con el cambio de gobierno y la toma de poder encabezada por AMLO. En el 2021, Morena ganó la mayoría de las gubernaturas y las curules, la legitimidad de la 4T trascendió en legalidad. La Mañanera sirvió para combatir la precarización crítica de los medios tradicionales y las benditas redes sociales funcionaron como contrapeso de los opinólogos y los intelectuales orgánicos cuya hipótesis de la deriva autoritaria de la 4T finalizó desnudándolos a la deriva (desde Denise Dresser hasta Gabriel Zaid, pasando por Roger Bartra, Enrique Krauze y Héctor Aguilar Camín).
Cuando un régimen colapsa, también colapsan sus opinólogos e intelectuales orgánicos. No solo eso, también se resquebrajan los medios que les dan cobijo: Latinus está quebrado, la Bolsa Mexicana de Valores descorre las caídas de las acciones de Televisa y del conglomerado de Ricardo Salinas Pliego y las audiencias desdeñan sus contenidos informáticos. En nuestros días la lucha ideológica se da en el campo digital de la “celularización”, el periodismo impreso es un periodismo analógico en decadencia. El 2024 sorprendió a los incautos con el colapso del viejo régimen y un respaldo irrestricto el 2 de junio al Segundo Piso de la Cuarta Transformación.