Cultura

Sustituto de sí mismo

El señor Manuel Velasco Coello era gobernador del estado de Chiapas, en el Sureste de México, pidió licencia para lanzarse como Senador de la República y, al ganar ese escalón, pidió licencia como Senador para poder volver a Chiapas en calidad de gobernador interino de sí mismo. El nada simpático personaje se ha clonado a sí mismo como su propio sustituto, sin importar en realidad que el estado de Chiapas es quizá el de mayor índice de pobreza en México, la región donde sigue imperante la utopía zapatista que gobierna —según usos y costumbres— al menos cinco municipios de la selva y por supuesto, sin importar la curiosa coincidencia de que el partido del Ciudadano Gobernador Sustituto de Sí Mismo y Simultáneamente Senador con Licencia ha cedido cinco legisladores al partido mayoritario llamado MORENA para que la aún virgencita legislativa ejerza la mayoría absoluta en lo que podríamos llamar las Cortes mexicanas. Corte de los ilusos se llama una extraordinaria novela de Rosa Beltrán y Corte de los Milagros o Corte de Mangas, merece un caudillo capaz de pasarse la Constitución de su país y de su estado por el arco del triunfo en un malabarismo deleznable que desinfla la esperanza más o menos generalizada que se había depositado en lo que Andrés Manuel López Obrador, presidente electo, bautizó como la Cuarta Transformación de México (siendo las otras tres: Independencia, Reforma y Revolución Mexicana). Ai’nomás.

Lo que importa aquí es el ejemplo envidiable del gobernador Velasco Coello, como cantinflismo, retruécano biológico y cochupo existencial. Soy el que camina bajo una tromba de buganvillas en Coyoacán y el distraído espectro que deambula por el Zócalo, y al mismo tiempo, vivo en Cuévano que es Guanajuato y sostengo charlas con sabios en las noches de luna llena, allá por Michoacán. Declaro oficialmente que cuando pido licencia para ausentarme del Parque del Retiro en Madrid me quedo yo mismo como interino en algún rincón del Paseo de la Castellana y que sigo siendo gobernador de la terraza más fresca de Recoletos en cuanto asumo sustituirme a mí mismo en el bar más cercano del Ateneo de Madrid; no soy aunque soy el niñato sonriente que se ligó a una súper-bayby para entregarle chocolate en polvo a la indígena que lamentablemente no puede comprar leche para el brebaje que le ofrezco y soy el que se viste de charro aunque parezco tirolés y se me nota la sonrisa fingida porque soy el adinerado zombie que viaja por el rumbo como si el fuero constitucional fuese internacional y al mismo tiempo, soy tratado como no más que un pinche naco en los bistrots de Manhattan porque —la neta— no saben quién soy.

No se necesita mucho curso de Teoría Política o de Administración Pública para vomitar por hoy la grilla que embadurna y estorba, la que desmiente la utopía esperanzadora que apenas hace unos meses prometía ríos de leche y miel. Se irán acumulando las rencillas, los dedazos, los desfiles y los honores a la bandera, pero en el fondo se seguirá anegando el estercolero esquizofrénico donde boga la politicaza que se cambió el nombre para parecer polaca de veras y el sindicalista corrupto que hoy se pasea como senador con ventajas o el anónimo operador que hoy mismo ya compró otro auto de lujo y la damita maquillada que se deja besar por un pelele sin saber a ciencia cierta quién es ni a qué se dedica.

Soy y no soy el dueño de las acacias y los chopos que se orean al pie de la vieja Residencia de Estudiantes al mismo tiempo en que canto a capella una ranchera napolitana sobre una trajinera de Xochimilco y me sustituyo en la grada del Bernabéu en cuanto se vuelva indispensable mi presencia en el Wanda Metropolitano como si fuera la Pirámide del Sol en Teotihuacán y —a pesar de no tener absolutamente nada en común con el deleznable personaje que es gobernador siendo senador e interino al tiempo que pide licencia— no sé bien, en realidad, quién de mis sustitutos escribe estas líneas.

jorgefe62@gmail.com

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Jorge F. Hernández
  • Jorge F. Hernández
  • Escritor, académico e historiador, ganó el Premio Nacional de Cuento Efrén Hernández por Noche de ronda, y quedó finalista del Premio Alfaguara de Novela con La emperatriz de Lavapiés. Es autor también de Réquiem para un ángel, Un montón de piedras, Un bosque flotante y Cochabamba. Publica los jueves cada 15 días su columna Agua de azar.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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