La mejor forma de empezar en filosofía es leyendo los griegos clásicos, son sencillos e increíblemente actuales. Este es un intento de explicación de un escrito de Platón llamado El Mito de la Caverna (también llamado alegoría de la caverna). Es una metáfora, sobre la situación del ser humano ante lo que sabe, conoce o cree que sabe y conoce.
En la narración del mito, Platón nos presenta a varios hombres prisioneros en una caverna. Al estar atados por el cuello, no pueden girar su cabeza y solo alcanzan a ver el fondo de la estancia. Detrás de ellos hay una hoguera que ilumina la cueva y un pasillo por el que circulan otros hombres con todo tipo de objetos. Las sombras de estos últimos se proyectan en el fondo de la caverna, y esto es lo que ven los encadenados, son proyecciones que ellos confunden con la realidad.
La narración da un giro cuando uno de los prisioneros se libera, sale de su prisión y se enfrenta a la realidad, que es otra distinta a la que pensaba (este sería el filósofo). Las proyecciones de lagos, árboles, animales, etcétera, son distintas a los lagos, árboles, animales, etcétera, que él ve en un plano real. Las sombras pueden ser verdaderas pero solo lo son de manera parcial. Las ideas esenciales de cada cosa en el mundo, son más complejas de lo que parecen, sobre todo las ideas puras como la de belleza, justicia, etcétera; la más pura de todas que es la idea de “BIEN”, representada en el mito como el sol, es una idea tan pura que con solo contemplarla nos puede quemar los ojos.
Feliz con su averiguación, el prisionero liberado vuelve con sus compañeros a relatarles que fuera de la caverna se encuentran más piezas de la realidad, y que lo que ven no son sino sombras y que esas sombras son aquello que a sus captores les conviene que ellos sepan.
¿Cuál es la reacción de quiénes aún permanecen en la caverna? Se ríen del liberado. Dicen que la luz le ha cegado, que por eso menciona tales cosas. Para probar lo que dice, el hombre libre intenta quitar las cadenas al resto, pero estos no solo se niegan, también lo atacan o lo amenazan. Por lo que termina dándose cuenta que es peligroso para él liberarlos, que es mejor guardarse el conocimiento adquirido.
La televisión y las redes sociales funcionan precisamente del modo en que Platón describe, con ejemplos, la enorme diferencia entre el mundo sensible y el inteligible que vivimos cómodos en el engaño, cuando hay una realidad ahí afuera esperándonos. Aunque es muy difícil transmitir la experiencia, ese sería el objetivo de la filosofía, se puede al menos generar un poquito de dudas.
En este siglo el mundo pierde inteligibilidad, rompimos de nuevo el único instrumento que teníamos para entender el mundo que es la razón, la gran revolución fue comunicacional y cada día hay más esclavos mirando imágenes pensando que esas son la realidad o repitiendo pensamiento insertado por otros imaginando que pensamos. Qué tengan un lindo día y algunas ganas de salir de la caverna.
Sólo se cree lo que se ve, ya que la imagen es garantía de verdad. Surge así una nueva definición de la información. Sencillamente, informar es hacer asistir al espectador al acontecimiento mediático como happening. No hay causas. No hay actores. No hay contexto. No hay memoria. No existe la historia. La realidad ahora se ve como un espectáculo. Las leyes del espectáculo mandan sobre las exigencias y el rigor de la información. La gran virtud de las redes sociales, de entre todas sus ventajas, es que la gente está –cada vez más– mejor desinformada, como nunca antes en la historia tecnológica de la humanidad.
Jorge Fernández
jfa1965@gmail.com