Cultura

Entre Amazon y la vida

La compañía Amazon está, desde hace unos meses, en el punto de mira de la sociedad estadunidense. Una serie de denuncias de sus trabajadores, que ha generado un montón de artículos de prensa, ha revelado el darwinismo laboral que mueve y hace crecer a la empresa de Jeff Bezos. De ese darwinismo, donde solo sobrevive el más apto, el que está dispuesto a entregarse por completo al ritmo de trabajo frenético de la compañía, ya se había discutido en la prensa, pero se trataba de compañías que maquilaban sus productos en el extranjero, en Filipinas y en China, o en México. Pero ahora el caso ha aparecido en el corazón de homeland, en una empresa modélica por su efectividad y, sobre todo, su originalidad, pues Jeff Bezos tuvo la ocurrencia de invertir los términos del shopping: que la tienda sea la que vaya al cliente.

Esta historia de explotación laboral, que se está escribiendo ahora mismo, es desde luego más benigna que aquellas que aparecieron hace unos años en aquellas maquiladoras, en países del Oriente, donde había niños muy pequeños que trabajaban de sol a sol confeccionando ropa deportiva. Al final, el caso de Amazon es un asunto entre adultos que han elegido con toda libertad trabajar y permanecer ahí.

Entre las denuncias hay una que dice que los trabajadores de Amazon hacen semanas laborales de entre 80 y 85 horas, según información publicada en The New York Times. 80 horas a la semana, divididas entre cinco días, nos dan unas jornadas de dieciséis horas, es decir, que un trabajador que empieza a las siete de la mañana termina sus labores a las once de la noche, y al día siguiente empezará otra vez a las siete de la mañana, para no interrumpir ese bucle laboral que recuerda al personaje de la película Tiempos Modernos, de Charles Chaplin. Aquel desgraciado trabajador de película se pasaba el día apretando tornillos en una banda de producción y cuando terminaba su jornada se iba a su casa, ya sin pinzas pero haciendo compulsivamente el movimiento de desenroscar tornillos que había ejecutado durante todo el día. ¿Con qué tic llegarán a su casa, después de dieciséis horas de localizar y enviar productos, los trabajadores de Amazon?

Otra de las denuncias, que los trabajadores han ido publicando en periódicos diversos, dice que los galerones en donde trabajan no tienen aire acondicionado y que para resolver los desmayos que se producen durante los días de calor, se ha puesto, no una ristra de ventiladores como podría pensarse, sino un equipo de paramédicos que reviven rápidamente al trabajador que se desmaya, para que no pierda en frivolidades su valioso tiempo laboral. Inmediatamente después de que apareciera esta denuncia en el periódico, Jeff Bezos instaló máquinas de aire acondicionado en sus galerones.

A pesar de las denuncias, y de las críticas que le dedica cada semana la prensa estadunidense, el jefe de Amazon no considera que su enorme plantilla trabaje bajo un régimen laboral que se acerca a la explotación, y para respaldarlo ha habido otra andanada de cartas de empleados que sostienen que esa forma de trabajar, esa manera de exigirle permanentemente al trabajador mejores resultados, es lo que ha hecho de Amazon una empresa tan exitosa y de Estados Unidos el país rico que es. Incluso revelan el salario que ganan y las prestaciones que tienen, sobre todo los altos ejecutivos, que cuentan, entre sus beneficios, con acciones de la compañía. Y en este punto, en el momento en que se manifiestan los que defienden este modelo de empresa, Amazon se convierte en el síntoma de la forma en que se concibe el trabajo y la producción en aquel país. En los países hispanos el trabajo, y la productividad, se miran desde la óptica mediterránea: el trabajo es aquello que te da los medios para vivir la vida, se trabaja para ganar el dinero con el que compras tiempo libre; en cambio en Estados Unidos, según demuestran los números, el tiempo libre, ese vivir la vida tan mediterráneo, no es una prioridad. Hace quince años un trabajador promedio en Estados Unidos tomaba veinte días de vacaciones al año y hoy la cifra ha bajado a dieciséis. El caso de Amazon, la tormenta mediática que ahora resiste Jeff Bezos, ilustra perfectamente la frontera que divide al mundo sajón del mundo latino, a los que viven para trabajar y a los que trabajan para vivir. En el mundo latino no habría como argumentar a favor de esas jornadas de dieciséis horas, que desde luego también existen, ni se podría apelar, como lo hacen ahora en Estados Unidos, al trabajo y a la productividad como el fundamento de la vida, porque aquí la vida significa, y perdone usted la redundancia, vivir la vida.

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Jordi Soler
  • Jordi Soler
  • Es escritor y poeta mexicano (16 de diciembre de 1963), fue productor y locutor de radio a finales del siglo XX; Vive en la ciudad de Barcelona desde 2003. Es autor de libros como Los rojos de ultramar, Usos rudimentarios de la selva y Los hijos del volcán. Publica los lunes su columna Melancolía de la Resistencia.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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