Consumado el triunfo militar de los liberales, con el fusilamiento del emperador mexicano, Maximiliano de Habsburgo, los católicos mexicanos se decidieron a organizar en forma no tan clandestina.
Formularon una organización llamada Sociedad Mexicana, de la que dependían muchas otras organizaciones, con las cuales se decidieron a influir en las escuelas, en el periodismo, en las organizaciones civiles y extendieron su acción a los países del sudamericanos y centroamericanos con la devoción a Santa María de Guadalupe.
Actuaban como si no hubieran sido derrotados, pero con cierta clandestinidad.
Durante el gobierno de Lerdo de Tejada, apareció un grupo armado que le llamaron los “religionarios”, pero para otros eran simples bandoleros. Hay novelas que registran los hechos.
Por ahí andaba el abuelo del General Lázaro Cárdenas.
En esos tiempos se comenzó a gestar un estilo de gobernar al país que no fuera gobierno de facción, de esa manera se explica la aparición de Porfirio Díaz, de cuño liberal, pero moderado, que decidió gobernar al país con una simulación de democracia, por más de 30 años.
Durante el gobierno de Porfirio Díaz, se estableció una política moderada que sin anular las leyes anticlericales de le Constitución Política mexicana de 1857, coqueteaba con la Iglesia Católica, tolerando su influencia mediante la extensión muy grande de parroquias, nuevas diócesis, nuevos seminarios y muchos clérigos que se fueron a especializar en teología en el Seminario Pío Latino, de Roma, fundado por el Papa Pío IX, para contrarrestar los efectos del liberalismo, sobre todo el jacobino.
Pronto llegaron a México presbíteros académicamente bien capacitados que poniéndose al frente de las diócesis mexicanas, facilitaron el surgimiento de congresos católicos nacionales, con un aporte generoso de laicos también bien capacitados, que se dieron sus vueltas a Europa, para conocer los modernos movimientos apostólicos, sobre todo, los derivados de la doctrina social de la Iglesia, generados por la Carta Encíclica “Rerum Novarum” del Papa León XII.
En 1910, se inició la Revolución Mexicana y para 1916, Venustiano Carranza convocó a una asamblea constituyente, excluyendo a formar parte a los católicos, los partidarios de Francisco Villa, Emiliano Zapata y otros.
Un laico muy audaz, presentó ante el constituyente, una ponencia laboral, que era la aportación que el Obispo de Zamora había presentado en la “Dieta de Zamora”, Michoacán.
Las dietas, como los congresos católicos, eran en aquellos tiempos, instrumentos pedagógicos con los que se daba a conocer la Doctrina Social de la Iglesia.
La citada ponencia fue la base para la elaboración del artículo 123, de la Constitución Política Mexicana.