En la más reciente semana han ocurrido hechos, que aunque sean notables, hay capacidad para distorsionar aunque tenga mucho el peso el hecho mismo como su significado.
Aconteció que Ucrania dañó gravemente un puente de 22 kilómetros, que comunica a Rusia con Crimea, pero Ucrania, Estados Unidos, la Unión Europea y otras naciones afines en el modo de pensar, inmediatamente hicieron un escándalo de los mil demonios.
Rusia contesta que va a realizar una acción militar contundente y le recuerda a Ucrania que tiene ocho años y medio agrediendo a su propio pueblo ucraniano.
Lo que sigue es un bombardeo contundente a la ciudad de Kiev, contando con la rabia de Ucrania, Estados Unidos y la voluntad de la Organización de Naciones Unidas de decidirse a no escuchar lo que dice Rusia.
Durante el siglo XX, los Papas han hablado con contundencia, sobre la paz y la justicia social, pero su voz no tiene el apoyo de las armas de este mundo. Benedicto XVI en su Carta Encíclica La Caridad en la Verdad, dijo:
“Se siente mucho la urgencia de la reforma tanto de la Organización de las Naciones Unidas como de la arquitectura económica y financiera internacional, para que se dé una concreción al concepto de la familia de las naciones” (CV., núm 67).
Existen las Naciones Unidas, con una estructura tal, que Estados Unidos y sus títeres, se barren todas las decisiones con las que no están de acuerdo y expulsan a las naciones con las que no coinciden en sus políticas.
Vivimos en un mundo de los grandes mandones del mundo que con su dinero ordenan, según sus necesidades.
La economía se usa como manera de ejecutar la guerra, y por castigar a los gobernantes indeseables para los países poderosos, castigan a sus pueblos.
Una equivocación que nadie la castiga, pero se quedan satisfechos por haber ejercido una autoridad de aprovechados sobre los débiles.
Hace falta una autoridad mundial que sea reconocida y aceptada por chicos y grandes, pobres y poderosos.
La ONU esta desprestigiada. Los países poderosos, también y en este baile desordenado, el pueblo pobre no sabe en quien creer.
Ya ni las brujas le dan seguridad y los grandes de éste mundo parecen decir lo que ni ellos mismos creen, porque piensan que lo importante es no quedarse callado, pensando que lo peor es el silencio y con eso sí hay castigo porque no falta un adversario que hable sandeces.