El mundo mira expectante el desarrollo y el previsible desenlace de las abruptas elecciones legislativas en Francia, que se celebrarán el próximo fin de semana. Los resultados de estos comicios, impulsados por el centrista Emmanuel Macron, muy posiblemente serán favorables para el grupo político de extrema derecha, Reagrupación Nacional (RN), que lidera Marine Le Pen.
Para algunos analistas, la arriesgada apuesta de Macron tiene como objetivo permitir que el RN conquiste el ministerio, ver cómo se desempeña en el poder y que este testeo sirva de muestra para que los franceses evalúen si vale la pena o no tener a un grupo de extrema derecha al frente de su país. Sobra decir que el candidato a Primer Ministro del partido de Le Pen, Jordan Bardella, goza de una enorme popularidad, impulsada por redes sociales como TikTok, y encabeza las encuestas.
Habrá que ver si la estrategia de Macron funciona y si logra medir el pulso del electorado francés en un panorama en el que el que lo está en juego es el proyecto europeo. Dicho esto, me gustaría reflexionar un poco sobre el significado de estas elecciones y sobre el convulso momento político que se vive no solo en Europa sino en todo el mundo.
Quiero abordar, sobre todo, el componente social y la importancia de la participación ciudadana en cualquier sistema democrático.
Hace unos días, el delantero de la selección francesa y del Real Madrid, Kylian Mbappé, a la par de muchos otros deportistas, hizo un llamado a no votar por los extremismos, a informarse y a participar. Las declaraciones de este virtuoso futbolista oriundo de la periferia inmigrante de Paris han ocasionado revuelo y se han dirigido a los más jóvenes, quienes han sido seducidos por los discursos de la extrema derecha que vive en Europa y en el mundo un momento de apogeo.
Me parece que el hecho de que un futbolista haga una declaración de esta naturaleza en medio del que quizá sea el torneo de fútbol más popular del mundo, después de la Copa Mundial, representa un halo de luz entre la nebulosa realidad en la que vivimos.
Porque si bien es claro a quién se refiere Mbappé cuando habla de extremismos, lo más relevante de su discurso durante la conferencia de prensa en la que hizo el llamado al voto consciente, tiene que ver con los valores que él mismo defiende y que comparte con aquellos que están a favor del proyecto europeo: la diversidad, la tolerancia y el respeto.
Me quedo con esto. Porque me parece de suma relevancia, más allá de izquierdas y derechas, más allá de las legislativas de Francia o del parlamento europeo de cualquier otro proceso electoral en el mundo, que esos tres valores que mencionó esta joven estrella del balompié no se queden en letra muerta, ni como ornamentos de discursos políticos emotivos y con pompa, pero sin sustancia ni efectos directos en la realidad.
Entiendo que el desgaste del binomio democracia-capitalismo ha orillado a que muchas sociedades le entreguen al Estado una parte sustancial de sus libertades individuales a cambio de estabilidad económica, seguridad o ya en el peor de los escenarios, la posibilidad de no morir de hambre. Esa realidad es innegable y es ahí en donde los políticos verdaderamente demócratas deben poner el foco.
Si las legislativas de Francia nos pueden servir de algo, que nos sirvan entonces como un ensayo de las consecuencias del conformismo de la clase política y de la ciudadanía, de su autocomplacencia y de la negativa de las élites públicas y privadas a no corregir los errores del sistema. Cuando eso sucede, es cuando los populismos y la demagogia de cualquier espectro ideológico logran colarse en la discusión pública, distorsionado la realidad, el presente y el pasado y consolidando autocracias y regímenes unipersonales.
A las sociedades occidentales les ha tomado generaciones poder conquistar muchas libertades, no olvidemos que esas conquistas se pueden erosionar en un pestañeo.