Los talleristas, sobre todo los que recién se calan en talleres literarios, presuponen, aunque no lo confiesen, que sus textos nacen perfectamente acicalados.
Para evidenciarles lo contrario, lo primero que yo suelo revisar, aunque sea muy rápidamente, era lo básico: la ortografía y la sintaxis.
En la misma u otra lectura veía el contenido, el tratamiento del asunto, la estructura si se trataba de un relato, o la eficacia del ritmo y la fortuna de las imágenes si era un poema.
En ninguno de los dos casos es fácil revelar los defectos, pero es obvio que batallaba más cuando el objeto analizado era un poema.
Decir sobre un cuento que la anécdota es inverosímil, o manida, o que tal peripecia anuncia demasiado el final, o que el desenlace carece de fuerza, o que cierto personaje está de más, no es tan complicado como demostrar (sí: demostrar) que un poema no sirve.
No me refiero a esos poemas con rima en diminutivo y visión Barney de la vida, que sólo merecían una mirada distante y que por suerte me arrimaron poco, sino a esos poemas en verso titubeante, entre medido y libre, y principalmente a esos poemas escritos con una depravada obsesión por el hermetismo.
Aunque parezca increíble, vi que algunos poetas muy jóvenes creían que la poesía era arracimar frases entrecortadas, todas con un sentido impenetrable, de imposible análisis.
No me apena confesar que en algunos casos me declaré incompetente, pues era punto menos que laberíntico intentar cualquier desmenuzamiento sensato de obras que, de entrada, no parecían quedar claras ni para su autor.
Tras esa experiencia llegué a una conclusión: no toda, pero sí buena parte de la poesía no posibilita explicaciones adecuadas en el espacio de un taller.
Por esa razón, en breves cursos o talleres ulteriores a 2005, pedí ex profeso que la promoción dijera esto: “Taller de cuento” o “Taller de narrativa”, para no toparme de frente con la poesía.
Y no se crea que no sé o creo saber lo que es la poesía o lo que tiene sentido poético, pero me pasa lo mismo que contestaba San Agustín, todos conocemos esa respuesta, cuando le preguntaban qué es el tiempo:
“Si nadie me lo pregunta, lo sé; si quiero explicarlo a quien me lo pide, no lo sé”.
@rutanortelaguna