Cultura

Tiranía del smartphone

  • Ruta norte
  • Tiranía del smartphone
  • Jaime Muñoz Vargas

Quizá sin reparar demasiado en ello, como si se tratara de un fetiche más en la historia de la civilización, fuimos testigos de la aparición del más influyente invento en la historia humana de los últimos tres mil años. 

Desde la creación de la escritura (que los especialistas ubican hacia el año 3000 antes de Cristo) nada había sido tan trascendente para modificar la relación del ser humano con la realidad.

Se dirá, porque lo fue, que, además de la escritura, la imprenta trajo consigo una revolución, y sin duda esto es cierto.

Del libro copiado a mano, uno por uno, pasamos al libro multiplicado por decenas, incluso por miles, mecánicamente. 

Fue una revolución en términos cuantitativos que trajo consigo otra, de orden cualitativo, cuya fuerza modificó, con la lectura, la subjetividad de mayor número de personas. 

Sin embargo, por más que en términos poéticos digamos que “nos” habita, que es un “ser vivo”, que “habla” y nos “mira”, el libro es un objeto inerte, una cosa que, como en el soneto de Borges, no sabe que existimos, al igual que todas “Las cosas”: 

“El bastón, las monedas, el llavero, / la dócil cerradura, las tardías / notas que no leerán los pocos días / que me quedan, los naipes y el tablero, / un libro y en sus páginas la ajada / violeta, monumento de una tarde / sin duda inolvidable y ya olvidada, / el rojo espejo occidental en que arde / una ilusoria aurora. 

¡Cuántas cosas, / láminas, umbrales, atlas, copas, clavos, / nos sirven como tácitos esclavos, / ciegas y extrañamente sigilosas! / Durarán más allá de nuestro olvido; / no sabrán nunca que nos hemos ido”.

Con su silencio hecho de tinta y papel, el libro cambió el rumbo de la humanidad, pero jamás tuvo el poder de ser ubicuo ni, sobre todo, de espiarnos: por más alto que fuera su tiraje, un volumen no tenía en acto ni en potencia la capacidad para estar en todos lados, y de hecho tal es la razón por la que ha caminado en la historia, hasta hoy, como objeto vinculado, al menos simbólicamente, con las élites. 

Tuvo y tiene asimismo —Piglia habla de la biblioteca como una forma de la biografía— la capacidad de resguardar delatoras notas a mano de los lectores, pero esto como acto voluntario y limitado, casi podría decirse que precario en el volcamiento de la autoconfesión.

Con la aparición, primero, de internet, y particularmente con el desarrollo del smartphone y las redes sociales, esto entre 2004 y 2010, se llegó a un punto que seguramente será superado, pero que de momento da la impresión de ser avasallante por sus capacidades multiplicadoras de cualquier información, por su omnipresencia, por la facilidad de su manejo y, principalmente, porque, a diferencia del libro y otros objetos, el smartphone y las redes tienen el poder de escucharnos, de vernos, de penetrar hasta las capas más profundas de nuestra conciencia y apuntalar, con la información sin límites que acumulan, la potencialidad del dispositivo como invasor de subjetividades y reproductor de actitudes acríticas y dóciles ante las dinámicas del consumo global. 

El smartphone es la más poderosa herramienta de generación informativa y de control creada hasta ahora por la humanidad.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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