La música en vivo sigue prohibida. Se han ido cancelando todas las producciones que ya tenía confirmadas, incluso vendidas, y así ya casi han pasado dos años.
Ofelia, vamos a llamarla Ofelia, se dedica a organizar conciertos en México, sobre todo en la capital, desde hace 25 años. Su gran orgullo son las novedades: traer voces que jamás han sido escuchadas.
¿Cómo no ser trágica? Quizá mi carrera como empresaria artística ha terminado, o cambiará para siempre. No sé si pensar que algún día la música en vivo va a regresar es demasiado ingenuo. Pero yo espero, ¿qué más puedo hacer?
Pero Ofelia todavía recuerda. La peste no le quita eso. Entonces ella se aferra al pasado e intenta resistir estos terribles días a través de los recuerdos.
Recuerdo a Lydia Mendoza cantando “El llanto de mi madre” en un pequeño escenario de la Portales. Era 1973, quizá 1974, yo tenía 27 o 28 años.
Y sobre el canto de Lydia Mendoza, Ofelia recuerda tres cosas:
1.-La gente no la conocía bien, se decía que venía de Texas, la cubría una luz azul, salió con trencitas y en sus manos la guitarra se veía demasiado grande. Algunos se rieron al principio cuando escucharon su voz tan aguda, pero después se hizo un silencio reverencial, como de estar ante una cosa sagrada.
2.- El sonido de su voz me llevó a la tristeza (pensé: pobre mujer, qué profundas ausencias controlan su alma).
3.- Y luego me llevó a una epifanía, porque ahí supe, en el momento exacto en que Lydia Mendoza entonaba la parte más desgarradora de la canción (“se me acabó la vida contando las estrellas/se me fueron los años detrás de una ilusión”), supe que había conjurado mi destino.
Y el destino de Ofelia ha sido tan parecido a una canción folclórica; una historia de osadía, esperanza, locura e inocencia.
Salí de ese concierto transformada, llena de inspiración y entusiasmo. Supe que me dedicaría a organizar conciertos y lo hice de manera continua, ininterrumpida, durante tanto tiempo. Mi gran orgullo es haber traído a Patti Smith… hasta que llegó esta pandemia que ha roto lo que era mi vida. Te lo repito: no sé si pensar que algún día la música en vivo va a regresar es demasiado ingenuo. Pero yo espero, ¿qué más puedo hacer?
Pero esta espera inmóvil y encerrada es quizá la más triste forma de esperanza. En la inflamación de su memoria, Ofelia ha encontrado la manera de evitar el derrumbe.
Y dentro de mis recuerdos, son los de la voz de Lydia Mendoza los que más me hieren y los que más me encienden, los que más me alegran y los que más me duelen.
Recuerdos que derriban al mismo tiempo que salvan.
Hugo Roca Joglar