Desde hace tres décadas, al menos, su nombre es sinónimo de calidad. Lo mismo por sus actuaciones en teatro, que en cine y televisión. Sin importar el medio, nunca se ha permitido bajar el nivel de exigencia para la selección de los trabajos que acepta, y por tanto el resultado siempre es óptimo.
Hablar de su trayectoria en su totalidad da material para varios libros, ejemplo de ello es el recientemente publicado por Roberto Fiesco y que ha sido multielogiado por su cuidada edición, y que con su atinado título resume muy bien el contenido: Arcelia Ramírez, así es la vida.
Hoy, Arcelia triunfa una vez más en grande en Todos eran mis hijos, puesta en escena que hace venir a mi mente algunos de los muchos montajes en los que he tenido el gusto de aplaudirla: Antes te gustaba la lluvia, Clausura del amor, La muerte y la doncella, Grito al cielo con todo mi corazón, El Ogrito, Las tres Hermanas, Buenas Personas, Hermanas, Bosques, La noche de Hernán Cortés, La guía de turistas, El caballero de Olmedo, Fedra y otras griegas, Opción múltiple, Relaciones peligrosas...
Y otras que no vi, pero que quienes sí pudieron hacerlo recuerdan como maravillosas, entre ellas Las mujeres sabias, La pasión de Pentesilea, La séptima morada, Hey! Familia, Escuela de payasos, y Tu ternura molotov, entre otras.
Ese mismo calificativo, maravillosa, debe aplicarse ahora al montaje de Todos eran mis hijos, la estrujante y conmovedora historia escrita por Arthur Miller, que desde su estreno hace más de 75 años, ha cimbrado al público al desnudar al aparentemente inmaculado “american way of life” en particular, y a cualquier familia del mundo, en general.
En versión de Diego del Río, quien también es el responsable de la dirección de escena, Todos eran mis hijos se vuelve un montaje íntimo, cercano, que cada espectador recibe a pocos metros de distancia, que incluso se siente parte de él.
El espacio seleccionado para la representación es el camaleónico escenario de La gruta, del Centro Cultural Helénico, en el que todo mundo queda cautivado e impactado por la calidad y entrega de Arcelia, que en cada escena, cada diálogo, cada movimiento atrapa y conmueve.
Gran, gran, enorme actuación de Arcelia.
Y por fortuna no sólo de ella, sino de cada uno de los integrantes del elenco. Aplauso especial para dos jóvenes estupendos: Gonzalo de Esesarte y Ana Guzmán Quintero, quienes bordan sus muy complejos personajes.
Por falta de espacio no puede detenerme minuciosamente, como debiera ser porque lo merecen, en el trabajo de cada actor. Pero bravo para todos. Ellos son: Pepe del Río, Eugenio Rubio, Angélica Bauter, Evan Regueira, Fabiola Villalpando y Nicolás Pinto.
El trabajo de cada uno es, evidentemente resultado de la mano cuidadosa y siempre talentosa de Diego del Río, que sin duda es uno de los mejores directores de su generación, como lo muestran sus ya múltiples y muy variados montajes.
Todos eran mis hijos se presenta lunes y martes a las 20 horas en La gruta, en avenida Revolución 1500, y estará en temporada hasta el mes de septiembre.