Espectáculos

Cruise/El adiós

Una nació en Inglaterra, la otra en Bélgica. Y aunque los protagonistas de cada una viven en latitudes y tiempos distintos los hermana la misma situación: son gays y enfrentan situaciones límite.

Se trata de las obras Cruise y El adiós, que actualmente hacen temporada, las dos con gran éxito, y son botones de muestra del enorme caleidoscopio que vive la amplia comunicad LGBTQ+.

Voy una por una:

Cruise. Mi última noche en la tierra es un espectáculo unipersonal que aborda el siempre espinoso tema del SIDA. La acción sucede en dos tiempos: la actualidad y la década de los 80, la época en que esta enfermedad estalló en el mundo entero.

Escrita por Jack Holden, quien también la protagonizó, Cruise se estrenó en 2021, y se colocó como el primer éxito teatral posterior a la pandemia del Covid, unos tiempos en que el público estaba especialmente sensible y receptivo a temas ligados a la salud pública.

La trama inicia en el hoy, y gira en torno a un joven voluntario en un centro de ayuda a la comunidad LGBTQ+, quien recibe una llamada de un hombre que vive con VIH desde hace décadas. A través del teléfono se establece una relación que lleva a ambos personajes a confrontar sus creencias, sus valores, sus dudas, sus temores…

Como bien se explica en el programa de mano, “la obra busca hacer un paralelismo con esa época y la actualidad, en una reflexión lúdica, divertida, musical, sensual y, ultimadamente, conmovedora”.

El paralelismo se logra de manera estupenda. Gracias el texto, que es muy fluido, el espectador pasa de una historia a otra de manera clara y ágil; a esto hay que sumar la atinada adaptación y dirección escénica de Alfonso Íñiguez, quien explota al máximo cada instante y lleva a los personajes de arriba abajo creando una especie de sube y baja físico y emocional.

Para lograrlo, se apoya en los estupendos diseños de escenografía (Javier Ángeles) e iluminación (Matías Gorlero), y especialmente en la capacidad actoral de su protagonista: Alejandro Speitzer.

Sin duda esta puesta en escena es un salto cuántico en la carrera de esta joven estrella, quien en este unipersonal --en el que da vida a una decena de personajes-- muestra que es mucho más que un galán (y vaya que lo es) de series y películas: es un gran actor.

Hay que aplaudir su valentía e interés en crecer, pues dado lo muy famoso que ya es, y el muchísimo trabajo que tiene, bien podía quedarse cómodamente en ese mundo, pero no; se lanza al vacío en esta prueba enorme y resulta ganador al 200 por ciento. ¡Bravo Alejandro!

Y evidentemente un aplauso para Sergio Gabriel, productor de la puesta junto con Óscar Uriel, que al igual que el joven Speitzer es un amante del teatro, del que no se aleja pese al enorme éxito que tiene en el mundo de los conciertos.

Cruise, mi última noche en la tierra, se presenta de viernes a domingo en el teatro Milán.

Y al sur de la ciudad, en el pequeño y siempre maravilloso teatro Santa Catarina se presenta El adiós, “una pieza donde el absurdo y el humor negro exponen con crudeza los mecanismos de una sociedad clasista, machista y emocionalmente asfixiante”.

Escrita por Mireille Bailly, El adiós obtuvo en el 2016 el premio L’inédithéâtre, otorgado por un jurado de bachilleres francófonos, y es una muestra contundente, clara, del teatro que la compañía Los endebles (productora junto con Teatro UNAM) acostumbra llevar a escena: provocador, arriesgado, inteligente… y maravilloso.

Dirigida por Boris Schoemann, “la puesta en escena conserva el contexto belga contemporáneo —espejo de problemáticas actuales— mientras explora la farsa desde la verosimilitud más descarnada”.

Transcribo aquí la información que se ofrece en la página de Teatro UNAM, y que contextualiza a la perfección lo que ofrece esta puesta en escena: “La escenografía de Anna Adrià Reventós y el paisaje sonoro de Alejandro Pressier funcionan como un leitmotiv que, a lo largo del montaje, se descompone progresivamente. Este deterioro sensorial traduce en escena la asfixia cotidiana de una familia atrapada en sus propios rituales y jerarquías, hasta que la irrupción inesperada de otra familia comienza a resquebrajar esa normalidad sofocante. La luz, los objetos, los sonidos y los silencios se transforman dejando al descubierto el vacío y la violencia latente en lo doméstico.

“La influencia de Pina Bausch se manifiesta tanto en la estructura dramatúrgica como en el lenguaje escénico. La repetición se convierte en un recurso central que articula la progresión dramática: gestos, frases y patrones físicos retornan una y otra vez, cargándose de nuevo sentido con cada iteración. Lo grotesco se vuelve conmovedor, lo absurdo se revela trágico”.

La propuesta es divertida, irreverente, sorpresiva, y muestra una vez más el gran creativo que es Boris Schoemann al frente de este barco, que tiene unos marineros, más bien unos “almirantes” estupendos. Ellos son: Esther Orozco, Alejandro Calva, Constantino Morán, Pilar Boliver, Fernando Bueno y Emmanuel Pavía

A ellos hay que sumar el siempre sorprendente (y aquí enloquecido) vestuario diseñado por Estela Fagoaga, la asesoría de movimiento de Nohemí Espinosa y la coreografía de Rosa Villanueva.

El adiós se presenta de jueves a domingo, hasta el 30 de noviembre.

He aquí dos botones de muestra del maravilloso teatro que se presenta en nuestro país. Hay que apoyarlo siempre… y verlo en la mejor manera de que así sea. ¡corramos al teatro!, como dice el querido Álvaro Cueva.


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Hugo Hernández
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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