Política

Un clásico teatral de Molière: Tartufo (la manipulación mental)


La  obra de teatro Tartufo o El Impostor, escrita por el dramaturgo y actor francés, Jean-Baptiste Poquelin, Molière, estrenada en París el 5 de febrero de 1669 en el Teatro del Palais-Royal, nos habla de un sujeto labioso que manipula a la gente. Ahora en México, como palabra, “tartufo” se halla en boca de todos porque los políticos la han puesto de moda para injuriarse. ¡Eres un tartufo! De este vocablo nos dice la RAE (Real Academia Española). Tartufo: Hombre hipócrita y falso. Entonces el texto de Molière, a través del tiempo, se ha vuelto importante y su personaje principal ha creado una definición.

    La obra se halla inscrita en el género de comedia: Las comedias servían para que el pueblo viera en escena los defectos de los personajes. El castigo para ellos era ponerlos en ridículo con burlas. Se esperaba que el público reflexionara y pudiese cambiar su conducta en beneficio de todos.

    Como dijimos, Tartufo es un manipulador, que tras una conducta devota, mensajes de salvación y mucha labia, engaña a Orgón, hombre rico que se lo lleva a vivir a su casa: “Sí hubieses visto cómo conocí a Tartufo habrías tenido por él la amistad que yo. A diario va a la iglesia, se arrodilla con fervor y eleva a Dios sus plegarias, pone los brazos en cruz y besa el suelo. Si le doy dinero me lo regresa; si no lo acepto, lo reparte entre los pobres.” 

    La familia de Orgón se ha dado cuenta de la hipocresía y de las maniobras de Tartufo, discuten con Orgón para que recapacite y lo corra de la casa. Pero está embelesado, quiere casar a su hija con Tartufo para que a ella le vaya bien: “Toda la persona de ese hombre resplandece de elevado mérito. Pretendo casándote con él. Unir a Tartufo a nuestra familia.” Mariana ya ha sido comprometida: “Yo sé lo que te conviene hija, soy tu padre. Os he prometido a Valerio, mas le sospecho libertino y no noto que frecuente las iglesias.”

    Asimismo Tartufo no pierde ocasión para coquetear con la mujer de Orgón. Damis, hijo de Orgón, los ve: “Lo he oído todo, hay que desengañar a mi padre y mostrarle el alma del malvado.”  Le comenta a su padre, pero él no le cree y lo echa de la casa: “Sal enseguida. Te privo de mi herencia, malvado, te maldigo.” Orgón piensa que todos odian a su protegido, y para que comprendan que nadie le hará cambiar de parecer, cede por escrito todas las propiedades y dinero a Tartufo y acelera la boda.  

    Así son los manipuladores, les afirman a sus manipulados que lo que ellos hacen para su bien, todos lo ven mal, que los odian solo por expresar valores y hacer acciones auténticas para el bienestar común. Les dicen que esos, que no entiendan el significado de sus actos, son enemigos y hay que apartarlos.

    La ciencia nos dice: “La manipulación se produce cuando un individuo o grupo de individuos ejercen una toma de control de la conducta de una persona o de un grupo, utilizando la persuasión o sugestión mental en busca de eliminar las capacidades críticas o de autocrítica de ellos, esto es, su capacidad de juzgar o de valorar correctamente una información. El manipulador aparece como simpático, muy protector, y desde luego como víctima, donde encubre su actitud egocéntrica.”

    Retomemos la obra, ya que las cosas se han puesto difíciles. Elmira, la mujer de Orgón, platica con la familia y con su esposo y exige que cambie su actitud. Dice que Damis tiene razón, Orgón no le cree; entonces decide mostrarle al verdadero Tartufo. Le pide que se esconda bajo la mesa. Tartufo cae en la trampa, Orgón oye las declaraciones de amor y lo corre de la casa. Tartufo, que es dueño de todo, le manda con la policía una orden de desalojo. Orgón es detenido ante la presencia de Tartufo. Hay insultos, Tartufo pide que ya lo metan en prisión. Pero lo apresan a él por órdenes del Príncipe que sabía de sus fechorías y termina la obra con un final feliz. 

    Lo que nos queda del escrito es que los manipuladores, labiosos y embusteros, tarde o temprano serán descubiertos y colocados en donde más les duele: el olvido.

Hugo G. Freire

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