La discordia en la cúpula del gobierno alcanzó este fin de semana un clímax.
El ex jefe jurídico de la Presidencia, Julio Scherer, publicó una carta en Proceso acusando al fiscal Gertz Manero y a la ex secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, hoy presidenta del Senado, de perseguirlo judicialmente con delitos inventados.
Inventar delitos es una especialidad de la política mexicana, pero no había alcanzado estas alturas, y menos entre miembros del mismo gobierno.
Era una especialidad ejercida contra adversarios y contra gobiernos pasados. Lo de ahora es nuevo, empezando por la dureza de la denuncia de Scherer, apenas ayer uno de los hombres más poderosos del gobierno y ahora uno de los más perseguidos por la “complicidad”, dice él, de Gertz y Sánchez Cordero.
Acusa Scherer: “Olga Sánchez Cordero y Alejandro Gertz Manero deshonran el juramento de guardar y hacer guardar la Constitución en cada uno de sus excesos. La traición habita en ellos”.
Las razones de Sánchez Cordero, según Scherer: se quedó “obsesionada” al ver disminuidas sus funciones como secretaria de Gobernación, parte de las cuales quedaron en manos de Scherer, y se dedicó entonces a formar un expediente de los tratos de Scherer con despachos de abogados para aprovechar su influencia en el gobierno y tener “un muy redituable e ilegítimo modo de vida”.
Las razones de Gertz, según Scherer: es un hombre “degradado” que culpó a Scherer de filtrar información sobre él a Proceso y de no haberle hecho el único favor que le pidió, ayudarlo en su querella familiar contra su cuñada y su sobrina política, a la cual mantiene en la cárcel.
Gertz dio por empezada su enemistad con Scherer diciéndole: “Usted podía haber elegido entre un fiscal amigo o un fiscal enemigo”. Es decir: el fiscal puede ser amigo o enemigo, o imparcial, según.
Porque Gertz, según Scherer “hace uso de la fiscalía como si fuera su despacho privado”.
Scherer se pregunta si Gertz “podrá, obsesionado con el poder, desprenderse de su despotismo, su egoísmo y su prepotencia para dejar de usar sus atribuciones como instrumento de su megalomanía”.
Todo esto sucede en la cúpula de un gobierno cuyo lema es No mentir, No robar, No traicionar al pueblo.
hector.aguilarcamin@milenio.com