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Los dos papas

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  • Gustavo Guerrero

En plena crisis católica, Netflix y Fernando Meirelles apostaron por recortar algunos hechos político-religiosos de principios de siglo, poco después de la muerte del papa Juan Pablo II, y mezclarlos en una ficción que derivó en Los dos papas. Protagonizada por Anthony Hopkins y Jonathan Pryce, el filme comienza su periplo cuando el pueblo cristiano se reúne en la Plaza de San Pedro en El Vaticano, esperando a un nuevo pontífice, que finalmente vino en el conservador alemán Joseph Ratzinger, el papa Benedicto XVI (Hopkins). Casi elegido, el cardenal Jorge Mario Bergoglio (Pryce) regresa a Argentina, su país de origen. Sin embargo, al paso de los años, se siente frustrado con la dirección que estaba tomando la Iglesia y decide pedir permiso al líder católico para retirarse del cargo. Pero Benedicto XVI se enfrenta a una de las grandes crisis de El Vaticano, y encuentra en sus conversaciones con el cardenal progresista el espacio y la compasión por sus agonías y su soledad. Hay dos méritos en la cinta: las actuaciones y los diálogos, que de manera fluida se mueven entre el drama y el humor de manera ligera y muy elegante. Sin embargo, hay que señalar algunas exageraciones en el guion, tanto de la estructura narrativa como del contenido que apunta a un comentario social, a veces demasiado aleatorio. A pesar de ello, si el texto es la materia prima más valiosa, las actuaciones del dúo son la joya facetada brillante de este trabajo dirigido por el brasileño. Al presenciar el momento de la intersección en la trama, podemos observar las aflicciones de estos hombres de fe, así como sus idiosincrasias particulares. Hopkins, de una forma más severa, reproduce momentos de apertura cuando da una sonrisa tímida, pero especialmente cuando expulsa el aire de un cuerpo muy cansado; mientras Pryce exuda con exquisita delicadeza las ansiedades y angustias del cardenal Bergoglio en su rostro tembloroso y miradas contritas y dolorosas. Y es en esta convergencia que podemos admirar lo que sucede cuando ambos se encuentran al mismo nivel, no en sus creencias o espiritualidad avanzada, sino en su inquietud, el distanciamiento que sienten a veces porque no pueden escuchar la voz divina que los consuela. Como es evidente en la narrativa del cineasta, hay en esta película una declaración de compasión hacia aquellos que llevan la carga de la culpa sobre sus hombros, y que en el diálogo entre las partes se encuentran: el perdón y el futuro.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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