Cuando yo era niño, mi más arraigado temor no era la muerte, sino la incertidumbre de no saber cómo me ganaría la vida como adulto. “¿Será que obtendré el suficiente dinero para sostenerme tanto a mí como a mi familia sin pasar privaciones?”, me preguntaba. En la película “Hogar” justamente se patentiza mi miedo infantil.
Javier Muñoz (Javier Gutiérrez) es un prestigioso publicista que perdió su empleo y no consigue volver al mercado de trabajo. A pesar de ser extremadamente talentoso, no consigue colocarse de nuevo en una agencia debido a que rebasa los cuarenta años, por lo que es considerado un trabajador rebasado y obsoleto en un medio competitivo como lo es el mundo del marketing. De esta manera, Javier y su familia tienen que abandonar su estilo de vida lujoso y recortar sus gastos.
La pareja ya no tiene condiciones para seguir pagando el alquiler de su costoso departamento en el que vivían y tienen que despedir a la empleada doméstica. En tanto su esposa Marga (Ruth Díaz) consigue conformarse con su nuevo estilo de vida, Javier se rehúsa. A pesar de que su situación es crítica, no acepta trabajos por debajo de sus calificaciones y habilidades, un elemento que simboliza el materialismo del personaje y su apego a su carro de lujo, pues se rehúsa a deshacerse de él.
El automóvil representa el estatus del publicista en decadencia que tuvo en el pasado. Sin embargo, descubre que todavía conserva la llave de su antiguo departamento y cuando los nuevos inquilinos no están en casa, él invade su antigua residencia para pasar algunas horas como si todavía viviera allí. Los inquilinos son Tomás (Mario Casas), un joven ejecutivo casado con Lara (Bruna Cusí). No añado más para evitar el spoiler, pero Javier se valdrá de ellos para, al estilo de la película “Parásitos”, reorganizar su vida.
El filme puede ser definido como un suspense psicológico, con algunos elementos dramáticos, aunque incomoda un poco por su falta de ritmo en la primera mitad.
En su primer acto y buena parte del segundo, la película muestra las dificultades encontradas por el protagonista para obtener un nuevo trabajo, lo que parece ser una crítica social a la crisis económica de España. Sin embargo, conforme avance la historia, veremos cómo Javier es un verdadero “stalker”, un mirón con intenciones de sacar provecho.
Así, se transformará en un manipulador frío y cruel, aunque no se nos revela sus motivaciones suficientes ni convincentes para esta transformación. No puedo hablar del final, pero para muchos será decepcionante. Me quedo con el suspenso levemente sostenido cuando se produce la entrada de un personaje que amenaza con entorpecer los planes de Javier.