La relación amorosa entre Roberto Benigni y Pinocho, el libro de Carlo Collodi, proviene de la infancia. Sólo así puede entenderse que haya estado presente en dos adaptaciones cinematográficas. En 2002 adaptó, dirigió e interpretó al famoso muñeco de madera que quiere convertirse en niño. Ahora regresa a su libro crucial en un nuevo filme, Pinocho, dirigido por Matteo Garrone, interpretando a Geppetto. Un Geppetto por cierto transido de tristeza y hambre, pero también de amor al ferviente anhelo por ser padre.
El director eligió a un niño (Federico Ielapi, 9 años) para interpretar a Pinocho, con la ayuda de un impresionante maquillaje protésico. Si bien el comienzo es más realista, con Geppetto luchando por un plato de comida, tan pronto como aparece Pinocho, la historia adquiere un aire de fantasía, con personajes como Pepe Grillo y el Hada de pelo azul, todos filmados al estilo de Garrone, con ayuda.
El muñeco nace bien, pero se entrega a las mentiras y vive en problemas, a veces por eso, a veces por ingenuidad. Aquí el director respeta el espíritu del texto original de Collodi, quien concibió al muñeco como un ente en el que confluye el conflicto de conciencia entre lo que es bueno y lo que es malo.
Pero este Pinocho también es una crítica social clara: hay personas que mueren de hambre, los pobres no siempre son tratados generosamente, la justicia falla, hay amenazas inimaginables, como un pez gigante. El mundo es un lugar peligroso. Es necesario estar atento, pero también ser generoso. Hay momentos fascinantes y divertidos, y Benigni es tan moderado y conmovedor como el hombre que quiere ser un buen padre. Por eso creo que el director involucró más a Roberto en la trama, porque él le imprime al ambiente un aire de humanismo, muy necesario en estos días en los que necesitamos urgentemente de esperanza. Curiosamente, Benigni casi hizo el papel de Geppetto en una producción dirigida por Francis Ford Coppola. Sea como ya haya sido, en este filme se percibe que Garrone apuesta por la presencia de Benigni en pantalla para darle ese equilibrio necesario. Así como la lucha interna que libra el muñeco entre el bien y el mal, el filme comparte dos atmósferas: una repulsiva por las injusticias del mundo y otra atrayente por el humanismo y la esperanza. En resumen, vale la pena ver este filme, aunque se haya desatado una campaña en contra de las películas live action.