Ya se ha escrito en exceso sobre los resultados cuantitativos de las elecciones y de los ganadores y perdedores. Poco que agregar. Quisiera llamar la atención sobre un saldo cualitativo de lo ocurrido. Hace tres años, después del arrollador triunfo de AMLO, uno de los saldos más comentados fue la aplastante derrota de los partidos tradicionales (PAN, PRI y PRD) y desde entonces se ha hablado de la debacle de la oposición. AMLO y Morena les pasaron por encima como un tráiler que los atropelló y ni si quiera pudieron verle las placas.
Hoy no ha habido ningún comentario ni siquiera parecido. Al contrario, se habla de una elección muy competida entre dos bloques. “La oposición apareció en el escenario”, fue la conclusión de Aguilar Camín en estas páginas el lunes pasado. Lo curioso es que en conjunto esos tres partidos obtuvieron porcentajes similares de votación en 2018 y 2021. ¡Porcentajes parecidos, saldos radicalmente distintos! La diferencia: la coalición Va por México, es decir, la decisión de ir juntos. Aquel proyecto, dado a conocer por la organización “Sí por México” en octubre pasado, y que fue minimizado y descalificado por AMLO. Es claro que le temía y con razón.
Considerando el importante éxito político obtenido —la resurrección de la oposición— vale la pena hacer algo de historia y apuntar algunas reflexiones sobre su futuro. La iniciativa original planteaba una alianza entre una parte de la sociedad civil y los partidos opositores. La participación de organizaciones y ciudadanos era considerada fundamental para superar el descrédito de los partidos vía sus propuestas y la aportación de candidatos y liderazgos sociales ajenos a los institutos políticos. En noviembre pasado escribí que esa era una apuesta inédita y valiosa.
Aunque Sí por México siguió participando, fue claro que sus aportaciones fueron marginales, pues en el camino, los partidos decidieron las candidaturas sin tomar en cuenta el componente social y ciudadano, ni se tomaron en serio sus propuestas. Sin embargo, el gran mérito de Sí por México—sin demeritar la voluntad de los liderazgos de los tres partidos en el mismo sentido— fue empujarlos a que se coaligaran. Fue una decisión benéfica y estratégica para la democracia, como lo estamos viendo.
Sin embargo, los resultados, aunque buenos son insuficientes. Considerando que Va por México sumará alrededor de 200 diputados y que los dirigentes de los tres partidos anunciaron la conformación de una alianza legislativa, algunas preguntas obligadas. ¿Cómo piensan defender y garantizar la unidad y cohesión de sus bancadas? ¿Cuáles son sus propuestas concretas? ¿Qué estrategia instrumentarán para que sus iniciativas sean respaldadas por otros 51 diputados?
Pensando en el mediano plazo ¿qué harán cada uno de los partidos que integran la coalición para superar el tope de votación que alcanzaron en 2018 y 2021, el cual revela que no gozan de la confianza y credibilidad de muchísimos ciudadanos para capitalizar el creciente descontento con la 4T? ¿Tienen planes serios de ahora sí emprender una autocrítica y una renovación profunda de sus organizaciones para vincularse más y mejor con la sociedad y dejar atrás sus vicios y errores? Ojalá y la coalición sea solo el primer paso de una renovación real del sistema de partidos. Sí por México también tendrá que replantear su estrategia, pero eso será tema de otro texto.
Guillermo Valdés Castellanos