Ya hemos tratado con anterioridad la forma en que la cuarta transformación –esa entelequia discursiva basada en populismo, propaganda y clientelismo– tiene una visión de la realidad bastante acomodaticia, donde lo bueno es potenciado al infinito y lo malo minimizado como si nunca hubiera pasado.
Esta semana, lo volvieron a hacer con matices novedosos, novedosos y desesperados.
Desde la mañana del viernes pasado se supo de la detención de un vicealmirante de la Secretaría de Marina acusado de contrabando de combustible. La nota aumentó tracción e interés conforme avanzó no sólo el fin de semana sino también la información. Cuando la nota no fue el Vicealmirante sino la red fabricada por él y sus cómplices, la cobertura comenzó a develar la ineptitud o complicidad –otra vez– de funcionarios gubernamentales en actos de corrupción.
La descomposición del régimen se aceleró a partir de la salida de López Obrador, pero dicha pérdida de oropel evidenció no sólo la falta de conocimiento de la estructura y la soberbia, sino los enormes problemas de deshonestidad y corrupción que se generaron en menos de una década.
Ansiosos de dinero, los cercanos a MORENA aprovecharon la falta de contrapesos para distorsionar todo lo que estaba a su alrededor, aprovecharon la credibilidad del presidente entre amplios sectores de la sociedad para delinquir en áreas que juraban eran puras y curadas de corrupción, traficaron con influencias con el conocimiento que no serían perseguidos, ya sea por miedo o por la normalización que existe en el país de prácticas indebidas.
Nadie dudaba de que AMLO fuera honesto, pero si alguno de los políticos cercanos a él sugería una práctica Chueca, la reacción era ejecutarla. ¿Quién se iba atrever a contradecir al presidente sin temer ser expulsado del paraíso? López Obrador prefirió perseguir discursivamente a sus críticos y opositores que castigar a sus allegados que cometían irregularidades.
Ahora, la trampa está en ese nivel. La presidenta quiere vender la idea que las investigaciones de hoy son parte del combate extendido a la corrupción emprendido por la administración pasada.
No pasa la prueba del ácido dicha idea: si las denuncias fueron hechas en 2022, como insisten ¿Por qué seguían en sus puestos? ¿Por qué continuaron practicando labores de contrabando de combustibles sin ningún decomiso hasta la llegada de la nueva administración? ¿Por qué hay dos muertos que habrían denunciado el entramado de corrupción? ¿Por qué se les olvida que en ese lapso los homicidios dolosos se dispararon en Tamaulipas y Colima?
Expertos en recordar al pasado de forma selectiva, los miembros de la 4T quieren ahora exonerar al obradorato de cualquier complicidad con un crimen que sería un desfalco más grande que la Estafa Maestra.
Es entendible, los de ayer son los de hoy y la sociedad no entiende aún el tamaño del boquete.
En cualquier caso, el oropel está endeble. Lástima que quienes deberían de ayudar a romperlo tenga una reputación tan deleznable para evitar que la verdad tenga mejor altavoz.