Repantigado en el mullido sillón del amplísimo estudio, Gil decidió ceder los subrayados de los viernes a un sub-rayado, un sub-terráneo, un sub-teniente, un sub-consciente, sub-dito y un sub-normal; con ustedes, Marx Arriaga, director de sabe Dios qué Materiales Educativos de la Secretaría de Educación Pública que encabeza, por cierto, una delincuente electoral, doña Delfina Gómez (qué Gómez que adivinas, los malos chistes se repiten). Marx Arriaga, saludos acá de Lenin Gamés. Este sub-alterno se dio vuelo y le dio gusto al Presidente en la mañanera cuando resumió la educación mexicana de los últimos cuarenta años: “podría señalar centenares de problemas sociales que el modelo neoliberal, meritocrático, conductista, punitivo, patriarcal, fascista, competencial, eurocéntrico, colonial, inhumano, y clasista ha generado. La educación se convirtió en una moneda de cambio, en un negocio de miles de millones de pesos al año con la promesa de calidad, crecimiento sostenido, enciclopedismo, especialización, competencias, etcétera, todo para generar un modelo meritocrático, elitista, patriarcal y racista que utiliza la educación como un factor de la legitimación de la diferencia, del clasismo y de la supuesta movilidad social. Hoy las asambleas, que se dieron en todo el país, en los 32 estados, señalaron el rumbo para la Secretaría de Educación Pública. En lo general solicitan un modelo educativo decolonial (sic), libertario, humanista, que termine con el racismo, con las pruebas estandarizadas que segregan a la sociedad, en fin, que acaben con el clasismo en esta sociedad cansada de tantos abusos y tantos atropellos. Es cuanto, señor Presidente”.
Un prefecto
Mientras tanto Liópez Obrador, los brazos en la espalda, caminaba como el gran prefecto de la nación. Gil quedó exhausto, perdido, extrañado, impertérrito, inverecundo, insolado, maniatado, extasiado, parodontal, indigesto y eso, sí, clasista. Marx: escriba cien veces en una plana: no soy clasista. Dice este señor Marx tantas cosas que Gil tiene que pensar en su infancia de educación pública donde aprendió lo contrario: igualdad, tolerancia y, ay, patriotismo. Este sujeto debería ser sometido a un tratamiento psiquiátrico, cierto, no sólo él. Ahora mal sin bien: ¿Marx representa algo en este gobierno? Todo: el engaño, el dogmatismo, el sectarismo, la venganza, la corrupción, el autoritarismo, oh, sí, con la pena. Si ustedes ven y oyen a Marx Arriaga tendrán un retrato de este gobierno. Vengan, oigan a este rencor vivo y, sin duda, a este adulador, obsecuente, como todo el gabinete, en pleno. En resumen, si tuvieran tiempo y menos contrapesos, estos personajes terminarían por destruir el edificio educativo mexicano, ya de por sí ruinoso, pero no al grado en que Delfina Gómez, Marx Arriaga y sus amigos lo harían, si pudieran. Gil cree que no podrán, salvo mejor opinión de Guevara Niebla.
¿Qué hacemos con Marx? Nada, que nadie se inquiete, él prenderá fuego a sus discursos, sus bibliotecas, sus materiales educativos, sus libros de texto. ¡Dejadme solo! Gilga se olvidaba, Marx Arriaga es el ejemplo del funcionario liópezobradorista por excelencia: soberbio, inepto, sectario, dogmático, incapaz y clasista (ah, no, clasista no, es que a Gamés se le pegan las palabras).
Gabinete de curiosidades
A ojo de buen cubero
El origen de esta expresión nos remonta a la falta de reglamentación que antiguamente existía en los diferentes reinos o regiones con respecto a las diversas medidas. La capacidad de las cubas, que servían para guardar o transportar el agua, el vino, el aceite u otros líquidos, variaba según el reino al que perteneciese el cubero que las hubiese fabricado, incluso dependía de la maestría del cubero, a la hora de ensamblar las duelas para que la capacidad que se pretendía que tuviese la cuba fuese exacta. Por eso, cuando había que medir la capacidad de aquellas cubas sin necesidad de vaciarlas y llenarlas de nuevo, se hacía a ojo de buen cubero.
Se utiliza cuando algo se hace sin medida, sin peso, a bulto; es decir, sin un plan preestablecido, calculando por aproximación.
(Biblioteca práctica de la lengua. Dichos y frases hechas. Tomo XIII. Milenio / UANL, 2011).
Gil s’en va
Gil Gamés
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