Política

El reflector por encima de la reflexión

  • Columnista invitado
  • El reflector por encima de la reflexión
  • Gerardo Aguado

Vivimos en la era del espectáculo político, donde lo importante ya no es construir, sino figurar. Las redes sociales se han convertido en el principal escenario de una nueva clase de políticos que prefieren el reflector a la reflexión, el escándalo al argumento y la viralidad al consenso.

Byung-Chul Han advierte en La sociedad de la transparencia que hemos transitado de una lógica de disciplina a una centrada en el rendimiento y la visibilidad, donde todo debe mostrarse, decirse, comunicarse. La intimidad se diluye, la profundidad se desprecia y la política se vuelve una puesta en escena. Lo que no se ve, simplemente no existe. Y lo que no se comunica, no cuenta.

Vivimos en una era donde todo se quiere volver visible, accesible, compartido y transparente —y esto, lejos de fortalecer la democracia o la libertad, conduce a nuevas formas de control, autoexplotación y pérdida de profundidad en lo social, lo político y lo personal.

Hoy, muchos políticos ya no legislan ni gobiernan: transmiten. No argumentan, publican. No escuchan, interrumpen. En vez de construir acuerdos, buscan likes. En lugar de rendir cuentas, se graban a sí mismos dando discursos grandilocuentes, muchas veces vacíos. La política se transforma en un reality show con hashtags, filtros y polémicas prefabricadas.

En este contexto, la verdad pierde valor frente a la percepción. Lo técnico se desprecia como aburrido, y el dato cede ante el meme. La deliberación democrática se ve sustituida por el juicio inmediato de las redes, que castigan la complejidad y premian el simplismo.

Pero lo más grave es que esta lógica erosiona la esencia de la política: servir al bien común.

Cuando lo único que importa es figurar, se actúa para la cámara, no para la ciudadanía. Se habla para viralizar, no para transformar. El ciudadano se convierte en espectador, y el político, en influencer.

La transparencia a la que se refiere Han no es la de la rendición de cuentas institucional, sino la exposición permanente del YO como producto. En ese sentido, no hay profundidad ni proyecto de largo plazo. Solo hay presente inmediato, visibilidad constante y ansiedad por no desaparecer del radar.

Urge recuperar la política como ejercicio de responsabilidad, no de vanidad. Volver al diálogo, al fondo, a las ideas. El reflector sin reflexión es solo ruido. Y el país necesita mucho más que eso.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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