Para muchas mujeres trabajadoras que no cuentan con el apoyo de la pareja en la crianza de los hijos, se ha vuelto todo un reto administrar los límites y la disciplina.
Pasan muchas horas trabajando y es poco el tiempo al final del día que pueden dedicar a sus hijos, y si reciben quejas de ellos, muchas experimentan un fuerte sentimiento de culpa cuando los regañan o castigan.
Consideran que ese poco tiempo disponible no debería ser usado en castigos o reprimendas sino en amor y convivencia con los chicos.
Para quien no vive inmerso en esas situaciones, opinar desde afuera puede ser muy fácil, pero solo las madres que transitan en ese dilema, pueden dimensionar lo difícil que resulta de llevar a la práctica el viejo adagio de “no hay amor sin disciplina, ni disciplina sin amor”.
Una reflexión importante que puede ayudar a lograr el punto de equilibrio, es pensar en las consecuencias para el futuro de nuestros hijos si crecen sin límites ni reglas ni consecuencias.
El mundo allá afuera es inmisericorde, no habrá consideraciones y la vida será muy dura para quienes, desde el egoísmo excesivo, sean incapaces de pensar en el bien común y se resistan a manejar la empatía y la consideración hacia otros.
La reprimenda o el castigo impartido a tiempo, será siempre mejor que la cárcel o una golpiza a manos de la policía cuando el niño malcriado se convierta en adulto.
El dilema del tiempo obviamente no se resolvería renunciando al trabajo antes de tener una opción más conveniente; es mejor optar por un replanteamiento de la forma en cómo aprovechamos el tiempo disponible.
Cocinar juntos en familia, limpiar y ordenar la casa, pintar una barda o escombrar el patio, son momentos que pueden vivirse en conjunto, y sumar a ello una mayor disponibilidad el fin de semana.
Es importante tomar conciencia de que para un niño resulta fundamental la convivencia familiar, en cosas tan simples que no ameritan incluso ni gastar dinero.
Todo el amor, todos los abrazos, pero los castigos y consecuencias de sus actos no deben estar sujetas a negociación.
Bastante carencia es ya la ausencia del padre para, encima, crecer junto a una madre debilitada y agobiada por la culpa.