¿Es dañino para los niños la convivencia con las nuevas parejas de sus padres tras el divorcio? No, siempre y cuando tengamos el sentido común de pedir orientación psicológica a tiempo, y no asumir que sabemos manejar la velocidad y la frecuencia.
Es terrible dar por hecho que poseemos sabiduría innata para dosificar la velocidad de esos acercamientos, cuando en realidad es una situación compleja, delicada y que amerita un
proceso adaptativo, porque los menores están en duelo por la separación de sus padres.
Mirar cómo se derrumba su lugar seguro exigirá en los hijos un esfuerzo significativo ante la ausencia de las cosas que ya no van a volver ante las nuevas rutinas, al ir y venir de una casa a otra porque sus papás se repartirán a los hijos cada semana.
Algunos padres tienen la madurez de seguir conviviendo juntos con sus hijos después del rompimiento, para dar margen y explicar a los niños las transformaciones que se vienen.
Sin embargo, tampoco es sano prolongar ese tipo de interacción, más aún cuando ya existe una nueva pareja, porque termina siendo una falta de respeto hacia esta, y una innecesaria extensión de la ausencia de decisiones y límites.
Por supuesto que se tiene el derecho de rehacer la vida personal, pero es importante el respeto del duelo que los hijos viven y que puede oscilar de seis meses a un año, cuando son pequeños, para hacerse a la idea de que sus padres ahora conviven de manera romántica con otras personas y no más entre ellos.
Es necesario que en los primeros meses se evite el contacto directo entre la nueva pareja y los hijos, para que se divida el proceso en dos partes: aceptar que el vínculo amoroso de sus padres ha concluido y en segundo lugar, que hay nuevos vínculos afectivos.
El egoísmo y la prisa por gritar al mundo los nuevos amores no puede ser priorizado sobre el dolor emocional de los hijos.
Y es vital primero asegurarse de la compatibilidad y estabilidad en el nuevo vínculo; no podemos pasar por alto que venimos de un fracaso.
Que por algo se rompió una familia y se precisa un mínimo de humildad para pedir ayuda profesional.
Por nosotros y por nuestros hijos, para esta vez hacer mejor las cosas.