Una de los mayores descubrimientos de la fe no es la cantidad de la propia confianza que tenemos en el Creador, sino la toma de conciencia del valor de la confianza que él ha puesto en nosotros.
No es qué tanto pensamos en Él lo que debería de maravillarnos, sino el portento de que nos sostiene en su mente de manera constante.
Siempre estamos en su pensamiento, sin importar que no esté en el nuestro.
Es tanto lo que espera de nosotros que nos puso en este mundo maravilloso pero a la vez tan complejo y difícil.
Y una de las tareas que sabe que podemos hacer es dar lo mejor de nuestro ser para los demás.
Cuando servimos nos parecemos más a Dios. No es que espere mucho de nuestras acciones como un deber o una exigencia; más bien es la fe que pone en nosotros, la certeza de creer en nuestras capacidades y alcances.
¿Y a qué crees que se debe esa certeza tan grande que nos otorga? A una razón muy sencilla: Él vive en nosotros. Él sabe que nunca nos dejaría solos, y que incluso cuando pareciera que toda esperanza se ha perdido, su mano estará ahí para sostenernos.
Cuando las capacidades humanas fallan, siempre está disponible la inagotable magnificencia del Padre.
A veces se nos complica tener fe porque nos preguntamos “¿cómo haría yo tal cosa?” Y la fe no se trata de creer en lo que nosotros somos capaces, sino en el saber que no lo haríamos solos.
Que quien lo haría por nosotros es el Padre Supremo. Que quien obra a través de nosotros es la inteligencia infinita. La verdadera fe no tiene nada que ver con nuestras capacidades humanas.
No importa lo difícil o lo complicada que pudiera parecer la fuente de nuestras angustias y preocupaciones, el tamaño de los retos… nuestro Creador lo contiene todo.
El universo entero le pertenece. Le pertenecemos. ¿Cómo podrían los asuntos de su propia creación rebasarlo? Él nos hizo. No hay una sola cosa que no esté ya contemplada en su mente.
La verdadera fe trasciende esta vida; si tomamos en cuenta que la naturaleza del Padre es el amor y la eternidad, entonces no importa el momento en el que las respuestas lleguen.
En esta o en otra vida. Él sabe el momento en que nuestra mente estará lista para comprenderle.
